Cada año millones de personas en todo el mundo consiguen salvar sus vidas después del seguimiento de un tratamiento médico a base de antibióticos. Y es que, bien recetados y consumidos cuando es necesario, los antibióticos erradican infecciones extremadamente graves.
Pero para que hoy día esto pueda ser posible tuvo que producirse un importantísimo -y casual- descubrimiento en septiembre de 1928, cuando Alexander Fleming, médico escocés, descubrió cómo actuaba la penicilina sobre las bacterias.
¿Cómo se produjo el descubrimiento de la penicilina? ¿Quién fue Alexander Fleming? Te animamos a seguir leyendo este artículo especial en el que nos acercamos a la figura de este reconocido médico escocés. Sólo te adelantamos algo que tal vez te sorprenderá: el descubrimiento de la penicilina fue puro fruto de la casualidad y del desorden.
Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina
Nacido en Darvel (Escocia) el 6 de agosto de 1881, Alexander Fleming es considerado uno de los médicos y científicos más importantes de la historia, ya que gracias a su observación e intuición consiguió descubrir el que ha llegado a denominarse como uno de los avances médicos más destacados de los dos últimos siglos: el descubrimiento de la penicilina.
Pero para llegar a ella, Fleming tuvo que estudiar Medicina en Inglaterra, donde posteriormente trabajó como médico microbiólogo hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial en el Hospital St. Mary de Londres, lugar en el que dedicó su estudio y laboriosidad a fabricar y mejorar vacunas, sueros e inyecciones.
Posteriormente, durante la guerra, fue médico militar en los frentes de Francia. Podríamos decir que fue en esta etapa cuando comenzó su interés por el estudio de fármacos y tratamientos médicos que pudieran salvar la vida de aquellos pacientes cuyas heridas se infectaban, terminando pereciendo poco después. ¿El motivo? Quedó altamente impresionado por la mortalidad debida a heridas de metralla infectadas, y que ocurrían en los diferentes hospitales de campaña.
Precisamente, fue al finalizar la guerra cuando empezó a buscar de forma realmente intensa un nuevo antiséptico que pudiera evitar la agonía tan dura provocada por este tipo de heridas, justo cuando volvió a ejercer su trabajo en el Hospital St. Mary.
¿Cómo se descubrió la penicilina?
Suelen decir que los grandes artistas, médicos, científicos e investigadores tienen algo de despiste y desorden. Y en el caso de Alexander Fleming ocurría exactamente lo mismo: por lo general, tanto su despacho como su laboratorio estaba desordenado, y fue la particularidad de esta última estancia lo que brindó las posibilidades de uno de los descubrimientos más importantes del siglo.
Pero, antes de llegar a ello, debemos pasar por el descubrimiento de la lisozima, una enzima capaz de dañar las células bacterianas, siendo muy abundante en secreciones como el moco, la saliva y las lágrimas.
De hecho, fueron las mucosidades que cayeron sobre una placa de Petri -en la que crecía un cultivo bacteriano- tras un estornudo, lo que permitió su descubrimiento. Y es que unos días después, Fleming observó que las bacterias habían sido destruidas, precisamente en aquellas zonas donde el fluido nasal había caído.
Poco tiempo después, en el mes de septiembre de 1928, se encontraba -como de costumbre- llevando a cabo en su laboratorio algunos experimentos, situado en el sótano del hospital. El día 28 del citado mes, procedió a inspeccionar sus cultivos antes de destruirlos, momento en el que notó que en una de las placas de Petri sembradas con Staphylococcus aureus (bacterias responsables del pus), había crecido una colonia de un hongo como contaminante, de color verde.
En lugar de proceder a la destrucción de las citadas placas Fleming, intuitivo y observador por naturaleza, decidió dejarlas para ver qué ocurría. Poco después, tras llegar de vacaciones pasado un mes, las volvió a observar, comprobando que las diferentes colonias bacterianas que se encontraban alrededor del hongo se volvían transparentes como consecuencia de una lisis bacteriana (esto es, la ruptura de su membrana celular, causando su muerte). Es decir, el cultivo de bacterias había desaparecido casi prácticamente por completo.
Existen muchas dudas con respecto a este momento. Hay quienes cuentan que, en realidad, Fleming tiró las placas de Petri a una bandeja de lysol, pero al recibir la visita de un antiguo compañero éste se percató que algunas de las placas que aún no habían sido debidamente lavadas se estaba creando un halo de transparencia alrededor del hongo contaminante. Algo que, efectivamente y como comentábamos anteriormente, era un indicativo evidente de que se estaba produciendo destrucción celular (o lisis).
Posteriormente Charles Thom identificó al hongo como Penicillium notatum, y aunque en un primer momento los colegas de Fleming subestimaron el descubrimiento de la penicilina al pensar que únicamente sería útil para el tratamiento de infecciones sin importancia, lo comunicó un año después (1929) en el British Journal of Experimental Pathology.
Fleming continuó trabajando y estudiando el citado hongo, pero tanto su obtención como su purificación a partir de cultivos era altamente complicada. De hecho, decidió abandonar su trabajo en el año 1934, cuando se dedicó al estudio de las sulfamidas.
Por suerte, pocos años después, concretamente durante la Segunda Guerra Mundial, dos químicos llamados Howard Walter Florey y Ernst Boris Chain, fueron capaces de desarrollar en Inglaterra un procedimiento que permitía la purificación de la penicilina, y con ello su síntesis y distribución comercial.
La importancia del descubrimiento de la penicilina
Lo cierto es que la importancia del descubrimiento de la penicilina, y su posterior desarrollo farmacéutico y comercial, deriva en la gran cantidad de vidas que ha conseguido salvar desde entonces.
Y es que el descubrimiento de este moho por parte de Fleming, y su acción o efecto sobre las bacterias patógenas, supuso un cambio drástico para la medicina moderna, comenzando la conocida como “era de los antibióticos”, ya que desde entonces se empezaron a desarrollar nuevos antibióticos, entre los que también destaca la estreptomicina, usada en el tratamiento de la tuberculosis.
Concretamente, la penicilina es un antibiótico usado para tratar infecciones bacterianas, el cual se obtiene a partir de una especie de hongo conocida con el nombre de Penicillium, útil en la prevención y tratamiento de infecciones de origen bacteriano, no solo las causadas por microorganismos positivos de Gram (como estreptococos o estafilococos), sino también por microorganismos negativos de Gram (como meningococos y gonococos).
Entre otras afecciones, la penicilina se utiliza para el tratamiento de infecciones como faringitis, amigdalitis, bronquitis, neumonía o meningitis, así como infecciones causadas por estafilococos, estreptococos, pseudomonas o hemophilus, entre otros.
Desde entonces, antibióticos como la penicilina han permitido salvar muchas vidas, ante infecciones que antes de su descubrimiento y desarrollo causaban millones de muertes en todo el mundo.
No obstante, cualquier tipo de antibiótico debe haber sido debidamente prescrito por el médico, y tomado según su supervisión, de acuerdo a las dosis indicadas durante el tiempo recomendado. El motivo principal es que tanto su abuso como consumirlo sin necesidad (por ejemplo, ante una infección que en realidad es causada por un virus) puede ocasionar resistencia por parte de las bacterias, de forma que a la larga, cuando el antibiótico sea realmente necesario, no resultará efectivo.
Referencias bibliográficas:
Alexander Fleming Biography. Les Prix Nobel. The Nobel Foundation. 1945. Consultado el 14 de mayo de 2019.
Wright AJ, Wilkowske CJ. The penicillins. Mayo Clin Proc. 1983 Jan;58(1):21-32.