A lo largo de la historia han existido enfermedades devastadoras que han acabado con la vida de millones de personas en todo el mundo. Aunque cada una de ellas posee unas características propias, todas tienen en común su facilidad de contagio y expansión -dos de los rasgos clave de las enfermedades epidémicas.
Una de estas enfermedades es la viruela, el único virus altamente contagioso que ha sido erradicado por completo a nivel mundial, junto a la peste bovina. En este artículo hablaremos sobre qué es la viruela, así como sobre sus síntomas, causas y tratamiento.
La viruela es un virus muy contagioso y mortal que fue erradicado de manera global en 1980 gracias a los programas de vacunación que se desarrollaron en esta época, ya que además de ser mortal la viruela no tiene una cura conocida una vez el organismo ha caído enfermo.
El riesgo de muerte de esta enfermedad era de un 30%, viéndose considerablemente aumentado en niños, bebés y personas mayores. En aquellos casos en los que la persona lograba sobrevivir, quedaba marcada para siempre con cicatrices en la piel e incluso podían llegar a desarrollar graves problemas de visión o quedarse completamente ciegos.
El origen de esta enfermedad que resultó tan devastadora es todavía desconocido. Las pruebas más tempranas de su existencia datan del s. II a. C. y se encontraron en restos de momias egipcias. A lo largo de la historia la viruela ha ido apareciendo en forma de brotes en los que cada vez morían millones de personas en todo el mundo.
El virus de la viruela se solía contagiar entre personas o a través de objetos contaminados o infectados y, aunque una vez contagiados esta enfermedad se puede controlar mediante el uso de fármacos antivirales, no existe una cura eficaz, por lo que cualquier caso de contagio puede acabar en la muerte de la persona infectada.
Solamente en el siglo XX, la viruela acabó con la vida de entre 300 y 500 millones de personas. El último brote de viruela conocido tuvo lugar en el año 1967, con un registro de 15 millones de casos de viruela al año.
Fue en el año 1798 cuando el médico de origen inglés Edward Jenner descubrió que la viruela se podía prevenir (que no curar) mediante una vacuna. Sin embargo, no fue hasta 1967 cuando la Organización Mundial de la Salud intensificó sus campañas de prevención de esta enfermedad hasta lograr su completa erradicación en 1980.
No obstante, aunque la enfermedad ha sido erradicada y no es posible el contagio de manera natural, se sabe que existen cepas de viruela almacenadas en laboratorio con fines científicos y de investigación.
Según los registros de casos, una persona contagiada de viruela no presentaba síntomas hasta entre 7 y 17 días tras la infección. Una vez finalizada esta primera etapa, conocida como fase de incubación, comenzaban a aparecer los siguientes síntomas similares a los de la gripe:
Fiebre alta
Síntomas de resfriado
Dolor de cabeza
Dolor de espalda
Dolor abdominal
Vómitos
A los pocos días estos síntomas desaparecían y la persona experimentaba una notable mejoría. Sin embargo, es justo en este momento cuando comienza a desarrollarse la erupción cutánea característica de la viruela.
Los primeros signos de la erupción se iniciaban en el rostro y luego se extendían hacia las manos, los antebrazos y el pecho. En esta segunda fase se consideraba que el riesgo de contagio era considerablemente mayor.
A los dos días del inicio de esta fase, la erupción se transformaba en abscesos o forúnculos llenos de líquido y pus, los cuales acababan por abrirse y romperse, quedando unas costras que caían y dejaban cicatrices muy peculiares. Una vez las costras se secaban y desaparecían, la persona dejaba de ser contagiosa.
Aunque estas tres enfermedades son consideradas como afecciones virales contagiosas que cursan con la aparición de síntomas de gripe y de erupciones cutáneas, existen diferencias sustanciales entre las tres.
La principal diferencia es que ni la varicela ni el sarampión están erradicados, por lo que en la actualidad es posible el contagio de cualquiera de estos dos virus.
No obstante, aunque el sarampión puede ser potencialmente mortal en niños, ni este ni la varicela presentan la alta tasa de mortalidad de la viruela.
Cuando esta todavía podía contagiarse, existían cuatro variedades o tipos de viruela: dos formas comunes dos formas raras. Hablamos en concreto de la viruela menor, la mayor, la hemorrágica y la maligna.
De entre todos los tipos de viruela que existían, la viruela menor era el menos mortal de todos y además era relativamente poco habitual en la población general.
La forma más habitual de viruela se daba en aproximadamente en el 90% de los casos de esta infección vírica y era, además, la variedad más mortal de viruela común.
La viruela hemorrágica provocaba que los órganos derramaran sangre hacia las membranas mucosas y la piel.
En este caso las lesiones cutáneas no se transformaban en pústulas, sino que permanecían suaves y planas durante todo el transcurso de la enfermedad.
Tanto la viruela maligna como la hemorrágica eran formas muy raras de esta enfermedad con tasas de mortalidad extremadamente elevadas.
Aunque el origen concreto del virus de la viruela sigue siendo desconocido en la actualidad, este virus podía ser transmitido de diferentes maneras.
El virus de la viruela podía viajar a través del aire en gotas de sustancias corporales que se expulsaban al toser, estornudar o hablar.
Aunque había que estar cerca de una persona contagiada para poder infectarse, en algunos casos el virus podía diseminarse a mayor distancia a través de los sistemas de ventilación.
Aunque este foco de infección es menos común que la transmisión por fluidos corporales, el virus de la viruela también puede ser propagado mediante el contacto con objetos, ropa o ropa de cama que se encuentren contaminados.
A pesar de que en ocasiones se haga mención a ello, la posibilidad de un ataque terrorista con la viruela como arma es remota.
Se sabe de la existencia de cepas guardadas en laboratorios que podrían volver a propagar la enfermedad muy rápidamente, por lo que numerosos gobiernos cuentan con precauciones para defenderse ante este riesgo.
Tal y como se menciona al inicio del artículo, no existe una cura para el virus de la viruela. Dado que gracias al desarrollo de los programas de prevención y vacunación este virus se considera erradicado, las únicas personas en riesgo de contagio son aquellas que trabajan con la viruela virus en laboratorio.
En el poco probable caso de que una persona se exponga al virus de la viruela, la administración de una vacuna durante de los tres días que siguen a la exposición pueden evitar el desarrollo de la enfermedad, mientras que los antibióticos pueden ayudar a reducir las infecciones bacterianas asociadas al virus.
Asimismo, si se llega a dar un contagio el único tratamiento posible es aquel que se centra en el alivio de los síntomas y en la evitación de la deshidratación.
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