La Casa Real británica vuelve a estar en el foco mediático. Esta vez, por una decisión que afecta directamente a los hijos del príncipe Harry y Meghan Markle, Archie y Lilibet. Los nietos menores del monarca, se han convertido en los protagonistas de una nueva tensión familiar.
La relación entre Carlos III y sus nietos pequeños nunca ha sido del todo fluida. A pesar de algunos gestos conciliadores tras la coronación, el tiempo ha demostrado que las distancias se mantienen. Y ahora, una nueva medida refuerza esa desconexión entre el rey y su hijo.
Carlos III toma una contundente decisión
En los últimos días, varios medios británicos han señalado que el monarca ha tomado una importante decisión. Según estas informaciones, se estaría demorando la entrega de los pasaportes británicos de Archie y Lilibet. Todo indica que la orden proviene del entorno directo del rey.
Aunque no hay confirmación oficial, la implicación es clara. Este freno en el reconocimiento administrativo impide que los niños puedan establecer un vínculo legal con Reino Unido. Una situación que para Harry y Meghan representa algo más que un trámite.
La medida afecta especialmente a Lilibet, que nació en Estados Unidos y nunca ha estado en suelo británico. Su hermano Archie sí nació en Londres, pero lleva años residiendo en California junto a sus padres. Sin pasaporte británico, su contacto con el país de origen de su padre se reduce aún más.
Carlos III dibuja una nueva monarquía
Desde su ascenso al trono, Carlos III ha dejado claro su deseo de modernizar y reducir la monarquía. Su visión pasa por limitar los miembros activos y centrar el papel institucional en un círculo muy reducido. En esa lógica, los Sussex no tienen cabida.
La negativa a reconocer oficialmente a Archie y Lilibet es una muestra clara de esa línea. Sin títulos ni documentos británicos, los pequeños quedan fuera de la estructura simbólica de la familia real. Una decisión que tiene un fuerte impacto político y emocional.
Para los duques de Sussex, la situación es dolorosa. A pesar de su salida de la familia real, han intentado preservar ciertos lazos. Pero decisiones como esta refuerzan la sensación de ruptura definitiva.
El apellido Spencer como alternativa
Ante este panorama, ha surgido una posibilidad que muchos interpretan como un gesto de rebeldía. El entorno de Harry y Meghan estaría valorando que sus hijos adopten el apellido Spencer. Un homenaje directo a la princesa Diana y su legado.
El cambio supondría un golpe simbólico para la monarquía. Romper con el apellido Windsor sería renunciar oficialmente al linaje real. Pero también sería una forma de reivindicar un vínculo familiar alternativo y emocionalmente más significativo.
Este movimiento también reflejaría la voluntad de Harry de proteger a sus hijos. En su cruzada contra los mecanismos de la institución, el príncipe ha intentado blindar a su familia del escrutinio mediático y político. Cambiar el apellido sería parte de esa estrategia.
Archie y Lilibet, en el centro del debate
La situación de Archie y Lilibet revela el nuevo enfoque del rey Carlos III. Un enfoque más institucional, con menos concesiones simbólicas. Para él, el vínculo con la monarquía debe ser real, activo y presencial.
Los expertos en realeza coinciden en que esta etapa marcará un antes y un después. La infancia de Archie y Lilibet estará marcada por la distancia con la familia real. Y aunque son nietos del monarca, su lugar dentro de la corona es, hoy por hoy, inexistente.
Carlos III ha tomado una decisión clave. Y con ella, ha dejado claro que en su monarquía no hay espacio para ambigüedades ni vínculos a medias. Ni siquiera cuando se trata de sus propios nietos.