Los insectos son criaturas que a una gran mayoría de la población le parecen cuanto menos desagradables. Son pequeños, se mueven relativamente rápido y muchos de ellos pican. Algunos hasta son peligrosos o pueden parasitarnos, algo que puede ser lógico que genere cierto nivel de miedo.
Dentro de los insectos, algunas de las criaturas más fáciles de ver son los gusanos. Estos suelen generar más repulsión que miedo en la mayoría de las personas, o incluso indiferencia. Sin embargo, para alguien con vermifobia encontrarse con un gusano es motivo de gran sufrimiento, tal y como veremos a lo largo de este artículo.
Se entiende por vermifobia la fobia o miedo patológico a los gusanos. Se trata de una de las fobias específicas, trastornos que suponen la aparición de pánico intenso ante la exposición a un estímulo concreto (en este caso gusanos) y la evitación o huida de la exposición a su presencia, concretamente clasificada dentro de las fobias a animales.
La presencia de un gusano o de una criatura semejante genera o puede generar una amplia gama de síntomas somáticos, tales como náuseas y vómitos, taquicardia, sudoración fría, aceleración o dificultades para respirar, temblores y elevada tensión muscular. De hecho, puede llegar a desencadenarse una crisis de pánico o de ansiedad. En algunos casos puede aparecer la percepción, alucinación o creencia de estar infestado de dichas criaturas.
Es habitual, al igual que con otras fobias vinculadas a animales, que quien la padece tenga un miedo intenso a los gusanos. Pero es posible que además del miedo pueda aparecer otro tipo sensaciones: el asco. Además de al gusano en sí, es habitual que aparezca pavor ante la idea de ser infestado por uno de estos seres. El miedo a la infestación también puede interpretarse como un miedo excesivo a ser devorado poco a poco por estos seres.
A nivel conductual, en la vermifobia se da una evitación de la exposición a gusanos y a todo aquella situación en que puedan estar presentes o en que pueda observarse su acción. Si la situación no es evitable, se vive con un elevado nivel de ansiedad.
Por ejemplo se pueden evitar lugares de campo, especialmente en épocas de lluvia, y actividades como la pesca con anzuelo en que se empleen estas criaturas. Generalmente ello no supone una gran afectación en un entorno urbano, pero puede llegar a ser muy desadaptativo si el sujeto vive en zonas de campo o trabaja en algo relacionado con los insectos.
Las causas de esta y otras fobias específicas no son totalmente conocidas, existiendo múltiples hipótesis al respecto. Como ocurre con el resto de fobias animales y otras fobias concretas como la de las alturas, una de las hipótesis que se tienen en cuenta es la de la preparación de Seligman.
Este autor propone que el miedo es un producto evolutivo que permite nuestra supervivencia, habiendo heredado la predisposición a reaccionar de una manera específica ante determinada estimulación de tal manera que la evitación de estímulos peligrosos favorecía que nos mantuviéramos vivos.
Los insectos, entre ellos gusanos, picaban al hombre y ello podía tener efectos nocivos e incluso mortales; hoy en día algunos animales de morfología semejante a los gusanos, como los ciempiés, siguen siendo venenosos. Así, evitarlos nos era adaptativo y dicha reacción a esa estimulación fue heredándose con el tiempo.
Otra de las hipótesis es el del aprendizaje del miedo y la asociación del pánico con estos seres a través de la vivencia de situaciones adversas. Encontrarse un cadáver en estado de putrefacción puede ser un ejemplo.
Vinculado con este último aspecto, en algunos casos la aparición de vermifobia podría asociarse a elementos relacionados con el simbolismo: la vinculación de los gusanos con la muerte. El conocimiento de que los gusanos comen la carne putrefacta de los cadáveres puede despertar pensamientos y miedos asociados a la propia mortalidad, que a su vez pueden alimentar y condicionar la respuesta a la exposición a gusanos y el temor a ser infestado por ellos (por estar muerto).
Como con el resto de fobias, el tratamiento más eficaz para la vermifobia es la terapia de exposición. A través de ella se busca que el paciente enfrente su miedo progresivamente. Se elabora una jerarquía entre terapeuta y paciente respecto a los estímulos y elementos que generan ansiedad en el sujeto y posteriormente se selecciona uno (generalmente intermedio) de cara a empezar a exponerse durante suficiente tiempo como para que el nivel de ansiedad se reduzca en gran medida y resulte prácticamente imperceptible.
Si el sujeto refiere no haber notado ansiedad o haber logrado superar la primera situación durante al menos dos veces consecutivas, es posible pasar al siguiente elemento de la jerarquía hasta exponerse a todos.
En casos de un miedo especialmente intenso puede emplearse la realidad aumentada o la realidad virtual como mecanismo introductorio en el que se tiene un elevado nivel de control sobre la estimulación recibida. Sin embargo el sujeto va a tener que realizar algún tipo de exposición en vivo, aunque sea debido a la necesidad de confrontar el miedo en su día a día.
En lo que respecta a la existencia de miedos y creencias disfuncionales, se recomienda el uso de diferentes técnicas de reestructuración cognitiva. A través de ello es posible modificar expectativas, creencias y pensamientos a través del cuestionamiento de la interpretación realizada hasta el momento y la generación de visiones alternativas.
Analizar el porqué del miedo es también un elemento esencial en este sentido, como ocurre en el caso del miedo asociado al simbolismo con la muerte. Analizar qué implica morir, las emociones que dicho concepto despierta o el porqué la idea de que existen gusanos en las inmediaciones se vincula a ello son aspectos a trabajar en terapia.
Finalmente, también se destaca como tratamiento a la hora de disminuir los síntomas la idea de realizar meditación y relajación, aprendiendo técnicas de respiración o de distensión muscular (como la relajación muscular progresiva de Jacobson).