Perder a un ser querido es uno de los peores momentos que tiene que pasar cualquier persona. Tras este momento determinante, toca lidiar con las emociones y con seguir adelante. También con la herencia y su reparto.
A menudo, la persona fallecida muere de forma repentina o se ha negado a hacer testamento hasta sus últimos días. Esto puede representar un gran error, sobre todo para la familia, que se verá afectada por un reparto que pueden considerar injusto.
Para intentar evitar estas confrontaciones, es importante tener claro cuál es el deseo del fallecido y, por tanto, el reparto de sus bienes. Sin embargo, muchas personas cometen principalmente 3 errores al dejar herencia a sus cónyuges, hijos u otros familiares.
El mayor fallo: no hacer testamento
El testamento es un documento legal que la persona redacta y firma antes de fallecer. En él, expresa sus deseos y disposiciones sobre la distribución de sus bienes y propiedades después de su muerte.
En esencia, constata cómo quiere que se maneje su patrimonio una vez que ya no esté presente para tomar decisiones al respecto. Este documento es una herramienta importantísima en la planificación patrimonial.
Este permite a las personas expresar sus deseos y garantizar que sus activos se distribuyan de acuerdo a sus preferencias. Si no la distribución se hará en función de cómo las leyes de su país decidan en ausencia de un testamento válido.
Este es el primer consejo para planificar una herencia. A pesar de posibles incertidumbres que existen en la sociedad, otorgar un testamento no suele llegar a 100 euros. Sin embargo, es muy útil para evitar, por ejemplo, problemas entre los herederos.
A pesar de que este proceso se realiza con asesoramiento de un abogado, a veces se comenten fallos en el documento. Estos otros dos fallos son comunes y también pueden provocar problemas entre los herederos.
Individualiza el reparto y que no sea equitativo
En herencias familiares, es común aconsejar dar usufructo vitalicio al cónyuge, asegurando su vivienda y recursos. Pero, a veces, el testador iguala herencia entre hijos, causando problemas y dejando al cónyuge en riesgo.
Así, el cónyuge sobreviviente garantiza su residencia permanente en la vivienda familiar, lo cual es vital para las personas mayores. Además, se aseguran los ingresos provenientes del patrimonio del fallecido, ya que tendrá el derecho de uso y disfrute mientras viva. Esto le permite, por ejemplo, arrendar propiedades y recibir rentas.
No obstante, es bastante común que, a pesar de las advertencias del notario, el testador opte por nombrar herederos en partes iguales para todos sus hijos. Esta estrategia no es la óptima para prevenir conflictos en la distribución de la herencia.
Esto, en muchas ocasiones, además de dejar al cónyuge sin protección, se debe a que las relaciones parentales no son uniformes con todos los descendientes, y sus situaciones económicas difieren.
El tercer consejo va muy ligado a lo que hemos comentado con anterioridad. Cuanto más conciso y concreto sea el reparto, menos circunstancias problemáticas surgirán entre los familiares.
Se aconseja no hacer un reparto equitativo por diversas razones. La primera, la relación puede no ser igual con uno u otro hijo, lo que puede generar enfado en el primogénito con el que se guarda mejor relación.
Además, puede darse la situación de que uno de los herederos gane un mayor sueldo o se encuentre en una posición económica superior al resto. Por tanto, es lógico pensar que los otros podrían creer merecer un mayor reparto.
Por estas razones, los expertos recomiendan que el reparto sea individualizado. Que el testador actúe sobre su verdadera voluntad y su criterio es otro de los consejos que aseguran notarios y abogados.