La muerte, inevitable e impredecible, puede llegar sin aviso, cuando menos lo esperamos. En medio de nuestras rutinas diarias y sueños del futuro, su presencia repentina nos recuerda la fragilidad de la vida. Un encuentro que desafía nuestra noción del tiempo y nos enseña a valorar cada momento como si fuera el último.
Nadie vive pensando que algún día morirá. Sin embargo, la llegada imprevisible de la muerte nos invita a reflexionar sobre nuestra vida y nuestros seres queridos. En algunas ocasiones, esta llega sin previo aviso.
A partir de este desgraciado momento los familiares del fallecido deben seguir una serie de pasos. Entre estos se incluye el entierro de la persona y el propio duelo que representa perder a un ser querido.
Sin embargo, otro de los asuntos que genera cierto interés o preocupación es el reparto de la herencia. En algunas ocasiones, la persona fallecida no ha podido dejar un testamento en vida. El reparto de sus bienes se realiza a través de lo dictado por el Código Civil en este supuesto.
El verdadero problema es que, según este procedimiento, hay una cercana persona al difunto que no sale bien parado. Se trata del cónyuge, un acompañante en vida que representa el amor más puro y desinteresado, ya que es el único “familiar” que sí podemos elegir.
¿Por qué morir sin testamento puede ser malo para el cónyuge?
El Código Civil dictamina que los herederos de la herencia siempre serán los descendientes del fallecido. Esto se lleva hasta las últimas consecuencias, ya que al nieto o incluso bisnieto les corresponderá una parte mayor.
Cuando tu cónyuge fallece, la persona viuda tiene derecho a recibir una parte de la herencia. Sin embargo, todo depende de una serie de factores que pueden hacer que ésta sea mayor o menor.
Un caso posible para el cónyuge es que existan descendientes. En ese caso, a la persona viuda le corresponde el usufructo del tercio de mejora. O lo que es lo mismo, una tercera parte de los bienes hereditarios.
Otra posibilidad es el hecho de que no existan descendientes o hijos, pero si permanezcan vivos los padres del fallecido. En este caso, al cónyuge le corresponde heredar el usufructo de la mitad de la herencia y los ascendientes se quedan con el de la otra mitad. Solo en el caso de que no se haya hecho testamento, pero la persona fallecida no tenga descendientes ni ascendentes, la herencia pasaría al cónyuge.
Para culminar, dejaremos un caso curioso. ¿Qué derechos tiene el cónyuge de una persona fallecida que tiene hijos con una anterior pareja? En esta ocasión, el viudo tiene derecho a pedir la conmutación del usufructo (que los herederos le entreguen bienes o dinero de su dominio).
¿Se recomienda hacer testamento en vida?
Cuando una persona fallece y deja testamento, generalmente resulta más beneficioso para su cónyuge viudo. A menos que el difunto haya expresado su deseo de otorgar solo una cantidad mínima de bienes a su pareja en dicho testamento.
Es importante tener en cuenta que los derechos del cónyuge sobreviviente deben ajustarse a la legítima de otros familiares. Estos también puedan tener derechos sobre la herencia, como hijos, nietos, padres o abuelos del fallecido.
Mediante un testamento, es posible otorgar un mayor beneficio en la herencia al cónyuge viudo. Para ello, la persona fallecida debe asignar la parte correspondiente del tercio de libre disposición de la herencia a su pareja, además de su legítima o el usufructo vitalicio de sus bienes.