La sífilis es una las enfermedades de transmisión sexual (ETS) más frecuentes y conocidas entre la mayoría de personas. Afecta tanto a mujeres como a hombres sexualmente activos y se presenta generalmente entre los 15 y los 30 años de edad. Su evolución es sistemática y, si se diagnostica adecuadamente en fases tempranas, el tratamiento tiene un pronóstico favorable.
En este artículo te explicamos qué es la sífilis, cuáles son sus signos y síntomas, cómo se diagnostica y cuál es el tratamiento indicado para prevenir que esta enfermedad evolucione hasta volverse un verdadero problema.
La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) infecciosa y crónica originada por una bacteria que se llama Treponema pallidum. Al contagiarse mediante los fluidos sexuales, puede afectar tanto a hombres como a mujeres sexualmente activas. Inicia en los genitales, los labios, la parte interna de la boca o el ano, pero también puede extenderse hacia las extremidades del cuerpo.
Se caracteriza por la presencia de episodios activos que se alternan con periodos de latencia; esto significa que hay periodos durante los cuales los signos se expresan claramente, mientras que en otros momentos las manifestaciones permanecen ocultas, lo que hace que parezca que la enfermedad aparece y desaparece constantemente.
Aunque la sífilis generalmente se transmite por contacto sexual, también puede transmitirse durante el embarazo; en tal caso hablamos de sífilis congénita. Al ser una infección severa es frecuentemente incapacitante e incluso puede ser mortal para el bebé, antes o del nacimiento o poco después de este.
Aparte de la sífilis, otras de las enfermedades de transmisión sexual más frecuentes y también causadas por bacterias son la gonorrea, el herpes genital y la candidiasis. Además, las úlceras genitales provocadas por la sífilis hacen que aumente la posibilidad de adquirir otras enfermedades de transmisión sexual, como el VIH/SIDA.
La treponema pallidum se incuba durante tres semanas aproximadamente y se va desarrollando sistemáticamente. Sus signos y síntomas aparecen en tres fases (primaria, secundaria y terciaria) y suelen afectar a zonas corporales calientes y húmedas.
Es el primer nivel de la sífilis y se manifiesta por la presencia de una o varias llagas en los genitales, que generalmente no duelen y que se conocen como “chancro”. Los síntomas suelen iniciar luego de tres semanas de haber ocurrido la infección.
Tanto esta fase como la siguiente se caracterizan por ser una fuente importante de contagio. Ambas se conocen como sífilis temprana y se diagnostican en el transcurso del primer año de evolución.
Se caracteriza por la aparición de erupciones en la piel que pueden acompañarse de fiebre y que se presentan específicamente en las palmas de las manos, en las plantas de los pies, en el abdomen, en la boca y en la lengua. También pueden existir pequeños tumores benignos en el área genital o anal.
Las manifestaciones suelen aparecer de 6 a 8 semanas o incluso varios meses después de que se ha curado el primer chancro. En esta fase también puede iniciar el proceso de invasión del sistema nervioso central.
Durante esta fase pueden presentarse síntomas como irritación faríngea, pérdida de peso, anorexia, cefalea, meningismo y malestar constante. Asimismo pueden darse hepatitis, neuropatía, gastritis, colitis, artritis, peritonitis y alteraciones oculares, aunque todos estos signos son muy poco frecuentes.
No se trata de una verdadera fase sino más bien de una etapa entre la sífilis secundaria y la sífilis terciaria que se caracteriza por un periodo en el que los signos y los síntomas parecen haber desaparecido.
Aquellas personas que no hayan recibido tratamiento tienen casi un 50% de probabilidades de avanzar hacia la tercera etapa, lo que puede ocurrir en el transcurso de muchos años (entre 1 y 30 después del contagio).
Durante esta fase la bacteria puede diseminarse mediante el torrente sanguíneo, por lo que especialmente durante embarazo puede haber contagios, e incluso puede transmitirse por transfusión sanguínea.
En esta tercera fase la enfermedad pueden presentarse síntomas que afectan al sistema nervioso central, que incluso pueden haber iniciado en las primeras semanas o meses de la infección.
Dichos síntomas pueden ser muy variados e inician como un cuadro sintomático que en ocasiones deriva en una parálisis general, lo que se conoce como “neurosífilis”. Esto sucede en una tercera parte de las personas con sífilis y también puede provocar lesiones mucocutáneas, osteoarticulares o en la estructura de los tejidos.
Como en todas las enfermedades lo primero es realizar un buen diagnóstico y un tratamiento que sea oportuno y que permita identificar qué tanto ha avanzado la infección. A partir de esto los tratamientos suelen tener muy buen pronóstico.
El mejor momento para diagnosticar la sífilis es durante la fase primaria, ya que en esta etapa se puede frenar la propagación de la bacteria. Además, por cómo se presentan los signos y los síntomas, su diagnóstico se puede complicar conforme la enfermedad avanza. De hecho, suele haber muchos falsos positivos en algunas condiciones como el embarazo, la edad avanzada o la existencia de otras enfermedades.
Para su diagnóstico se utilizan métodos como la observación directa de los signos y el reporte de los síntomas, aunque también pueden utilizarse pruebas de laboratorio que permitan identificar la bacteria y ver si se ha transmitido en el torrente sanguíneo o en el líquido cefalorraquídeo.
Además, es importante que se identifiquen y entrevisten los contactos sexuales de la persona que tiene la infección, por lo menos aquellos con los que haya tenido encuentros durante el último año.
El tratamiento es favorable cuando se diagnostica en la primera fase de la enfermedad y tiene muchas posibilidades de cura si se utiliza penicilina (u otro antibiótico en caso de que la persona sea alérgica). Una sola vacuna puede curar la enfermedad y se aplica también en mujeres embarazadas y niños.
Específicamente el tratamiento de la neurosífilis incluye una terapia microbacteriana que se realiza mediante la hospitalización del paciente e incluye la administración de penicilina sódica endovenosa.
El seguimiento de tratamiento incluye análisis periódicos de sangre, así como evitar el contacto sexual y también realizar pruebas para detectar VIH.
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