Duralex es una de las empresas más conocidas de vajillas. Habiéndose creado en 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, cuenta con más de 75 años de historia.
Fue durante las décadas de los 60 y los 70 cuando este negoció vivió su mejor época, triunfando tanto en su país de origen, Francia, como en España, gracias a su vajilla «prácticamente irrompible», que a día de hoy todavía sigue presente en muchos hogares.
Sin embargo, casi desde el principio tuvo momentos muy malos que hicieron que en 1997, la empresa que había sido creado por el grupo industrial Saint Gobain, cayera en manos de un grupo italiano, y éste, a su vez, en 2005 lo vendería a un inversor turco.
En 2007, tan solo dos años después, la segunda fábrica de la firma, que contaba con más de 100 empleados, también tuvo que cerrar sus puertas.
El año siguiente, la empresa entró en proceso de liquidación judicial por culpa de las deudas que tenía y fue en aquel momento cuando la actual dirección de Duralex tomo el mando con la idea de reflotarla. Y prácticamente durante una década todo funcionó a la perfección.
2017, punto de inflexión
Pero en 2017, tras inaugurar un nuevo horno, que se convirtió en el reemplazo del anterior, y que supuso una gran inversión económica que llegaba a los 8 millones de euros, regresaron los problemas financieros.
La llegada de este nuevo electrodoméstico en la empresa supuso un gran endeudamiento y problemas en la nueva instalación que se transformó en una producción mucho más baja de lo que estaba prevista que finalmente derivarían una gran caída de las ventas previstas para ese año.
A pesar de esto, Duralex ha logrado mantenerse en pie durante casi 3 años, pero la llegada de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, ha supuesto que un negocio que había logrado sobrevivir a duras penas, consiga resquebrajarse del todo.
«Hemos perdido alrededor del 60% de la cifra de negocio a raíz de la bajada de exportaciones, que representan el 80% de nuestra actividad», explicó Antonie Ioannidès, el presidente de la firma, en el medio francés 'Le Monde'.
Una quiebra que, por el momento, no les ha impedido continuar realizando su trabajo, donde hay más de 200 personas empleadas, a la espera de que aparezca un nuevo inversos que esté dispuesto a reflotarla.