A partir del mes de abril empieza el consumo de los pescados azules como lubinas, caballas, sardinas y atunes, aunque durante esta fecha aún se siguen consumiendo mayoritariamente pescados blancos, que son los típicos de la temporada invernal.
Los pescados blancos, por lo general, se tratan de pescados con bajo contenido en grasa pero muy nutritivos. Son una excelente fuente de omega-3, minerales como el fósforo y yodo y vitaminas del tipo B1, B3, B6, B12 y ácido fólico. Sin embargo, existen tres especies de pescado blanco que se han ganado la mala fama debido a su escasa calidad y al peligro que pueden suponer para la salud.
Estas tres especies son el panga, la perca o la tilipia que, a pesar de tratarse de especies que han sido rechazadas por diversas instituciones médicas y cadenas de supermercados, siguen siendo pescados muy consumidos en nuestro país.
¿Por qué se consume?
En los últimos años el consumo de panga se ha disparado en España, que es el primer importador y consumidor de Europa, y en el resto del continente. Esto se debe principalmente a un factor: el económico. Son especies que se pueden comprar a un precio muy bajo, puesto que son especies que rinden muy bien en granja y engordan en poco tiempo.
Sin embargo, sus valores nutricionales dejan mucho que desear en comparación con otros pescados blancos un poco más caros. Por ejemplo, la panga tiene un 50% menos de proteínas que la merluza y entre un 60% y un 80% menos de ácidos grasos poliinsaturados.
Los filetes de estos pescados suelen venderse en los supermercados, aunque no en todos. Algunas grandes cadenas como Carrefour han decidido desde hace años retirar el panga de su oferta alimenticia.
¿Por qué supone un riesgo para salud?
El panga se importa desde el río Mekong, en el sudeste asiático, una zona donde la corriente fluvial goza de pésimas condiciones de salubridad. El panga se cría en cautividad en un ecosistema contaminado donde la probabilidad de intoxicación por parásitos es elevada. Además, durante su crianza es habitual los suplementos con antibióticos y polifosfatos para que el pescado gane peso.
Lo mismo pasa con la perca y con la tilapia, puesto que suelen provenir de ecosistemas remotos y dañados por la contaminación y la sobrepesca. A pesar de que las autoridades sanitarias aseguran que cualquier pescado importado está sujeto a un estricto control de calidad, numerosos expertos de diferentes áreas han desaconsejado el consumo de estas especies.
Numerosas instituciones médicas y alimentarias han advertido de la necesidad de sustituir estas especies por otros pescados blancos o azules que no estén criados en ecosistemas tan insalubres.