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Obesidad

8 hábitos de alimentación que llevan hacia el sobrepeso

El sedentarismo y los malos hábitos alimenticios son las dos principales causas de la obesidad.

Junto con la falta de ejercicio físico y la falta de descanso, los malos hábitos alimenticios son una de las causas de obesidad más comunes. Estos patrones se desarrollan con frecuencia durante las etapas tempranas de la vida, influidos en gran medida por los padres, y resultan muy preocupantes en la actualidad a causa del marcado aumento en la proporción de niños y adolescentes con sobrepeso.

En este artículo analizaremos los principales hábitos de alimentación que llevan hacia el sobrepeso. Estos se relacionan fundamentalmente con la desproporción entre la energía que se ingiere y la que se gasta, así como con el consumo de productos netamente perjudiciales para el organismo.

8 hábitos de alimentación que llevan hacia la obesidad

La información con respecto a qué hábitos nutricionales resultan poco saludables es clave para conseguir reducir el peso en casos de obesidad, previniendo así problemas circulatorios, metabólicos, socioemocionales y de otros tipos.

No obstante, es evidente que el conocimiento por sí mismo no es suficiente, sino que si se busca evitar el aumento de peso excesivo se requieren motivación, fuerza de voluntad y hábitos positivos alternativos.

1. Comer aperitivos de baja calidad nutricional o con muchas calorías

Los autores de todos los estudios que hemos analizado durante el proceso de elaboración de este artículo coinciden en señalar que uno de los hábitos de alimentación que más promueven la obesidad  es el consumo de aperitivos de baja calidad nutricional o alimentos muy calóricos. Es muy frecuente que esto se produzca mientras se ve un programa de televisión o una película.

En esta categoría encontramos tanto productos dulces, como las galletas rellenas de cremas artificiales y otra repostería similar, como salados; en este sentido  destacan las patatas fritas de bolsa, junto con snacks de calidad igualmente dudosa. Muchas personas comen estos alimentos entre horas y en sustitución de otros más saludables, como los vegetales.

No obstante, si no queremos hacer un cambio tan drástico podemos comer estos mismos alimentos de manera más sana. Por ejemplo, si nos gustan las palomitas, podemos seguir comiéndolas, solo que en este caso podemos comprar el maíz y cocinarlas nosotros mismos en casa.

Además, en las últimas décadas se ha vuelto habitual la aparición constante de nuevos productos procesados de este tipo, que se enmarca en el contexto del consumismo y de la supremacía de la publicidad.

2. Déficit de frutas y verduras

Los productos vegetales son fundamentales si se pretende mantener unos hábitos de alimentación saludables. Sin embargo, a muchas personas no les atraen las verduras y las frutas,  cuyos nutrientes no son fáciles de compensar mediante el consumo de otros tipos de comida. El déficit de vitaminas y otros compuestos presentes en estos alimentos es un serio problema.

3. Evitar el desayuno

Según un estudio de Triches y Giugliani (2005), no desayunar es uno de los malos hábitos alimenticios que se asocian con más frecuencia a la obesidad. Según estas autoras, muchas personas creen incluso que esto ayuda a perder peso  puesto que implica una reducción de la ingesta de calorías.

No obstante, los últimos estudios, así como la recomendación de muchos nutricionistas es que si no se tiene costumbre de desayunar o no se tiene hambre, no hace falta que se desayune. Pero si se hace, que sea de forma sana.

4. Consumo de bebidas azucaradas y refrescos

Según Triches y Giugliani, muchas personas con obesidad prefieren tomar refrescos y otras bebidas ricas en azúcar en lugar de zumos caseros, leche o infusiones sin azúcar, que son mucho más nutritivas y menos perjudiciales para el organismo.

5. Consumo de alimentos fritos

Otra de las categorías nutricionales que los estudios (Al-Rethaiaa et al., 2010) relacionan con el aumento excesivo de peso son los alimentos fritos, particularmente los productos congelados.

La forma de cocinar los alimentos influye notablemente en su valor nutritivo, y está claro que freírlos no suele ser lo ideal si pretendemos cuidar nuestra salud a través de los hábitos alimenticios.

6. Comer fuera de casa

Con frecuencia, cuando comemos fuera de casa escogemos alimentos menos saludables que los que emplearíamos en otro caso. Si tenemos que comer fuera, siempre será mucho mejor si nos llevamos un tupper  con la comida que nosotros mismos habremos preparado.

Si esta opción no puede ser y tenemos que comer en un restaurante sí o sí, no elegiremos el primero que veamos, sino que miraremos primero su carta. De la carta se tienen que elegir aquellos platos que lleven menos aditivos y alimentos procesados, de tal forma que comamos lo más similar que lo haríamos en casa.

En este sentido resulta particularmente común la comida rápida, que suele ser fácil de ingerir y práctica  cuando no disponemos de mucho tiempo, pero cuyo consumo habitual supone una verdadera amenaza para el funcionamiento de nuestro organismo.

7. No comer con la familia

Al Rethaiaa y colaboradores señalan que, en los estudiantes universitarios que componían la muestra de su estudio, se evidencia una relación entre comer frecuentemente con la familia y mantener un peso saludable.

Deducimos que esto puede deberse a  la mayor probabilidad de que se consuman alimentos saludables en el hogar que fuera de éste, como mencionábamos en el apartado anterior.

8. La alimentación emocional

El concepto “alimentación emocional” hace referencia a comportamientos que consisten en responder a la presencia de emociones negativas como la tristeza y la ansiedad con el consumo de alimentos, generalmente poco saludables y a modo de atracón.

En las mujeres muchas veces se relaciona con la menstruación. Si el "atracón" o consumo de alimentos malos se da solo una vez al mes, no pasa nada, no tenemos que martirizarnos. Pero siempre tenemos que priorizar snacks saludables como fruta, fruta seca, frutos secos...

Cuando estas conductas se convierten en un patrón se llega incluso a confundir estas sensaciones con hambre o necesidad de comer. De hecho, sabemos que el organismo puede llegar a perder en parte la capacidad de detectar las verdaderas señales de hambre.

Finalmente, estos hábitos son los más comunes que llevan a la obesidad, pero que hay muchos más que no debemos olvidar. Es muy importante intentar planificar la dieta semanal para así poder pautar una dieta saludable y saber qué estamos comiendo, aprender a leer etiquetas para que nos sea más fácil hacer la compra, y no caer en la costumbre de comer alimentos procesados.

Si no entendemos como seguir estas pautas, lo mejor es consultar con un dietista-nutricionista cualificado.