No obstante, sus connotaciones han cambiado según los usos en distintas épocas, y según distintas tradiciones filosóficas, sociales y médicas. De manera breve, en este artículo haremos un recorrido histórico por este concepto, de manera que podamos acercarnos a responder: ¿qué es la locura?
¿Qué es la locura?
El término “locura” se compone de sufijo “-ura” que significa “resultado”, y “loco”, cuyo significado es variable y cuyo origen es incierto. Entre otras cosas, “loco” se ha utilizado como sinónimo de “elocuencia, charlatanería, tontería, parloteo”.
Aunque, en realidad, “loco” significa “el que delira”; viene del latín “de-lirare”, que literalmente quiere decir “el que se sale del surco a labrar la tierra”. Esta última frase podríamos interpretarla como una metáfora de salir de la uniformidad, la rectitud o la norma.
Así, la locura sería el resultado de estar loco: un estado, unas conductas y unas actitudes que salen de la norma establecida o impuesta por el grupo social. Dichas actitudes y conductas estarían relacionadas con la tontería, el hablar desenfrenado, la exaltación, el desenfreno, la sin razón.
Al menos ese era el uso que se le daba a la palabra “locura” hasta finales del siglo XVIII, justo antes del desarrollo de la medicina moderna y la psiquiatría. Pero, ¿cómo se transformó a partir de este momento? ¿cómo se utiliza actualmente? Lo veremos a continuación.
Las enfermedades del alma
Desde la filosofía griega más clásica, ha estado presente la pregunta por las afecciones del alma. Antes de la filosofía presocrática no existía una división tan radical entre el cuerpo y el alma.
Es decir, no se consideraban entes completamente independientes uno de otro, como actualmente ocurre. Por lo mismo, tampoco se distinguían estados totalmente diferenciados entre cada uno.
Poco a poco, y especialmente a partir de la filosofía platónica, quedan divididos el “soma” y la “psique” (el cuerpo y el alma). Y a partir de aquí se hace posible distinguir entre los estados e incluso los males que afectan a uno y otra.
La locura y los males del alma empiezan a comprenderse como fenómenos muy relacionados; a los que se atribuyen distintas características. Por un lado, la locura tenía un componente de sabiduría; expresado por ejemplo en la melancolía: “enfermedad” de los héroes y los sabios, cuya comprensión se encontraba entre la filosofía, la literatura y la medicina.
De hecho, de los males del alma no se encargaban exclusivamente los médicos, sino también filósofos y los literatos; ya que tenían mucho que ver con cuestiones morales y anímicas. Y en todo caso, cuando entraban en el campo de lo corporal (pasando al dominio de la medicina), los médicos basan sus intervenciones en métodos mágico-religiosos.
Todo ello interpretado bajo teorías que hablaban de los humores del cuerpo o de la movilidad interna de los órganos; lo cual afectaba el juicio, la razón, el intelecto, el humor o los comportamientos. En este contexto, la movilidad del útero era la causante de un “mal” que se asociaría a las mujeres hasta nuestras épocas: la histeria.
La locura en la Edad Media
La Edad Media es un periodo que comprende muchos siglos. Por lo general se entiende como Alta Edad Media al periodo histórico que corresponde a los siglos V al X; y Baja Edad Media a los siglos XI al XV.
Entre muchas otras cosas, se caracteriza por haber modificado un sistema de pensamiento basado en la filosofía grecorromana por el cristianismo. También marca el cambio de un sistema económico feudal por un sistema capitalista. Todo ello modifica nuestra concepción del mundo y de nosotros mismos.
Por ejemplo, una vez que el sistema filosófico occidental más clásico fue transformado por el cristianismo, la comprensión sobre el cuerpo, el alma y la mente se modificó drásticamente. El cuerpo y el alma volvían a entenderse como un conjunto, quedando unidos especialmente a través de leyes morales y divinas.
En este contexto, la enfermedad (tanto física como mental) era fundamentalmente comprendida como transgresión de la ley divina, y sus remedios continúan centrados en un pensamiento mágico filosófico.
Algunos de los males más comunes eran la licantropía, que podía provocar manía; el amor heroico, provocado por desequilibrio de la bilis negra (lo que provocaba melancolía); el humor colérico, caracterizado por la producción de bilis amarilla; la histeria, que seguía relacionada con el movimiento del útero; y finalmente la posesión demoníaca, cuya guerra declarada en el siglo XIII terminó por perseguir no solo a la “locura” sino a cualquier forma de disidencia.
Poco a poco, las explicaciones mágico-religiosas se sustituyeron por un pensamiento nuevamente dividido entre el cuerpo y el alma (posteriormente convertida en la mente). Se alejan de las teorías humorales y las explicaciones mágico-religiosas, y empiezan a centrarse en un órgano: el cerebro (más tarde, en el sistema nervioso).
La época moderna: de la locura a las enfermedades mentales
Con el desarrollo de la filosofía moderna, el estudio y el tratamiento de las enfermedades, físicas y mentales queda formalmente dividido. Entre otras cosas, esto hace que se transforme nuevamente la concepción sobre la locura.
Como diría Rafael Huertas (2014), “razón y locura se convierten en dos extremos incompatibles e irreconciliables”. La locura queda comprendida casi como sinónimo de criminalidad, con lo que los grandes hospitales y las prisiones se vuelven una misma institución.
Pero, a partir del desarrollo de la medicina moderna, la locura fue poco a poco comprendida como enfermedad, con lo cual pasó a ser objeto de un proceso de medicalización y tratamiento médico.
De hecho, a lo largo del siglo XX se desarrollan distintas formas de tratar “la locura”. Por ejemplo, la terapéutica psicoanalítica, las terapias biológicas y las terapias conductistas. Fueron las ideologías las que poco a poco dominaron el área de estudio e intervención de la locura.
¿Enfermedad o trastorno?
La segunda mitad del XX trajo una revolución sobre la comprensión de lo que antes se consideraba “locura”. A partir de 1949 se descubren las propiedades de algunas sustancias psicoactivas y comienza la producción de fármacos psiquiátricos.
Este fue uno de los pasos necesarios para reformar la institución psiquiátrica, tradicionalmente basada en el encierro y las psicocirugías. A la par, se creaban asociaciones internacionales de estudio y definición de las enfermedades mentales.
Pero surge un gran debate sobre la dificultad de definir y tratar como “enfermedades” estados tan específicos como los mentales. Incluso surgió el debate sobre la posible e intrínseca contradicción en la frase de “enfermedad mental”; ya que “enfermedad” designa un estado orgánico, y la “mente” por definición no es una entidad orgánica ( como sí lo es el cerebro).
Se genera entonces un concepto “a medio camino entre la enfermedad y el síndrome” (como diría Néstor Braunstein, 2013): el trastorno. Y llegados a nuestros días, los “trastornos mentales” empiezan a ser clasificados e intervenidos a través de manuales de uso internacional.
En concreto, el más utilizado es el que elabora la Asociación Americana de Psiquiatría, aunque también el de la Organización Mundial de la Salud: el DSM y la CIE, respectivamente.
Otros modelos
Así pues, desde hace aproximadamente un siglo es el modelo biomédico el que predomina en el estudio y la intervención de lo que anteriormente se consideraba “locura”. No obstante, en épocas más recientes ha sido necesario plantearse alternativas debido a algunas limitaciones de dicho paradigma.
Algunas de estas son la incorporación de los modelos comunitarios, los modelos psicosociales, los modelos dialógicos, los modelos transculturales, el modelo de recuperación (psicosocial), entre otros.
El Orgullo (lo)cura: activismos en salud mental
Más recientemente, el concepto de locura ha sido apropiado por muchas de las personas que anteriormente se encontraban en una situación de desempoderamiento ante su propio malestar.
En el contexto de las críticas y las limitaciones del modelo biomédico para el abordaje de los “trastornos mentales”, surgen los activistas en primera persona en salud mental. Quienes han pasado por procesos de psiquiatrización reivindican una posición activa ante sus propios procesos y malestares.
Cambia el concepto de “recuperación”, anteriormente centrado en la detección de síntomas y su contención; por una “recuperación” basada en la construcción de proyectos de vida y en la toma de decisiones activa en el propio tratamiento.
También se modifica la idea de “cronicidad”, anteriormente centrada en la falta de intervenciones médicas, por una “cronificación” pensada como consecuencia del aislamiento, el estigma, la discriminación y la iatrogenia.
De hecho, desde hace aproximadamente una década, en varios lugares del mundo se celebra un día destinado a ello: el día del orgullo loco. Una de las consignas principales es que “El orgullo (lo)cura”.
Esto cambia de manera importante la connotación negativa usualmente atribuida al loco y la locura; lo cual da cuenta del proceso histórico de transformación, de los usos, la apropiación, las potencialidades y la polisemia de este concepto.
Referencias bibliográficas:
Braunstein, N. (2013). Clasificar en psiquiatría: Siglo XXI: México.
García Dauder, S. y Guzmán Martínez, G. (2019). Locura y feminismo: viajes de sujeción y resistencia. Revista Átopos (En prensa).
Guzmán Martínez, G. y Aguirre-Calleja, A. (2018). Trayectorias del cuerpo en la psicopatología: un acercamiento crítico a la histeria. Revista CS, 118-125.
Huertas, R. (2014). ¿Qué sabemos de la locura? Catarata: Madrid.
Scull, A. (2013). La locura: una breve introducción. Alianza: Madrid.