La gota o artritis gotosa es una de las enfermedades más comunes en los registros médicos a lo largo de la historia. Se trata de una forma de artritis que causa ataques de dolor y que se asocia a la acumulación de ácido úrico en las articulaciones.
En este artículo vamos a describir de forma detallada qué es la gota, cuáles son sus síntomas y qué tratamientos se emplean para manejar el dolor debido a esta enfermedad. Además hablaremos de las causas de la artritis gotosa -tanto del mecanismo por el cual el ácido úrico la provoca como de los factores de riesgo más relevantes, como la obesidad.
La gota es un tipo de artritis que provoca ataques de dolor debidos a la inflamación de las articulaciones (siendo la de la base del dedo gordo del pie la más característica) y que se relaciona con la presencia de concentraciones muy elevadas de ácido úrico en la sangre.
El término “artritis”, por su parte, se emplea para hacer referencia a cualquier clase de inflamación de las articulaciones. Dentro de este conjunto de alteraciones, la gota se engloba dentro de las artritis por microcristales; sin embargo, existen otros tipos de artritis, como la reumatoide, la infecciosa, la neuropática o la artritis debida a otras enfermedades como la psoriasis, el lupus eritematoso y la sarcoidosis.
En cuanto a la prevalencia de la gota, podemos decir que es más común en hombres que en mujeres, así como en las personas negras en comparación con las blancas. La probabilidad de sufrir esta enfermedad aumenta con la edad, siendo particularmente frecuente alrededor de los 75 años.
Síntomas de esta enfermedad
Los ataques de gota, síntoma clave de la enfermedad, tienen un inicio rápido: por lo general se desarrollan en aproximadamente 12 horas y suelen disminuir en cuestión de horas o de días, aunque pueden durar más tiempo.
Su intensidad puede variar en función de cada caso y de cada ataque particular, pero con cierta frecuencia la inflamación hace que incluso roces muy suaves causen un dolor muy significativo.
Como hemos señalado previamente, la articulación que se sitúa en la base del dedo gordo del pie es la más típicamente afectada en los casos de gota. No obstante, también es habitual que los síntomas de dolor se den en los dedos, en las muñecas, en los codos, en las rodillas o en los tobillos.
Lo más habitual es que los ataques agudos de gota se produzcan de forma episódica a lo largo del tiempo. Si no se trata de forma adecuada, la acumulación de ácido úrico y la inflamación pueden provocar daños significativos en las articulaciones, en los tendones y en otros tejidos.
El ácido úrico es generado por la descomposición de las purinas, un compuesto que se encuentra presente en muchos tipos de alimento, sobre todo entre los de origen animal, como el hígado o las anchoas, pero también en algunos vegetales como por ejemplo las judías.
En ciertas personas la acumulación de ácido úrico puede hacer que se formen cristales en las articulaciones, favoreciendo la aparición de ataques de dolor de tipo artrítico pero también la de cálculos renales (piedras en el riñón) y los fallos renales debidos a la obstrucción de los conductos.
Esta acumulación de ácido úrico en la sangre es conocida como “hiperuricemia” y constituye la causa básica del desarrollo de gota. Sin embargo, la proporción de personas con hiperuricemia que llegan a sufrir gota es relativamente bajo.
La obesidad es el principal factor de riesgo de la gota, pero la hipertensión y el consumo excesivo de bebidas con alcohol también aumentan la probabilidad de que se den los síntomas. Otras variables que favorecen la enfermedad son diversos medicamentos y enfermedades (como el hipotiroidismo) que aumentan los niveles de ácido úrico.
Las personas que sufren ataques de gota pueden prevenir en algún grado la acumulación de ácido úrico, y en consecuencia los episodios de inflamación y dolor agudos, si consumen agua de forma regular. Por contra, tomar alcohol contribuye a la deshidratación del organismo y por tanto influye en el desarrollo de hiperuricemia y puede precipitar los ataques.
Los cambios en la dieta y la reducción del peso son el mejor tratamiento para la gota, con toda probabilidad. Evitar alimentos muy ricos en purinas, como los órganos de mamíferos o los mariscos, ayuda a reducir los síntomas de la gota, y lo mismo podemos decir de la disminución del peso, puesto que la obesidad es un factor de riesgo fundamental.
En cuanto al manejo del dolor durante los ataques, se recomienda poner en reposo la parte del cuerpo que se encuentre afectada para minimizar la intensidad de la inflamación (y por tanto del malestar) en la medida de lo posible.
Los medicamentos también pueden ser útiles para reducir el dolor. En este sentido se suelen emplear fármacos analgésicos de la clase de los AINEs (antiinflamatorios no esteroideos), como el ibuprofeno, además de medicamentos específicos para reducir los niveles de ácido úrico en sangre.