La epilepsia es el cuarto trastorno neurológico más común y puede afectar a gente de cualquier edad. La Organización Mundial de la Salud estima que hay 50 millones de personas alrededor del mundo que tienen epilepsia actualmente. Los síntomas y los tipos son muy variados, así como las opciones terapéuticas y las posibilidades de recuperación.
En este artículo te explicamos qué es la epilepsia, cuáles son sus síntomas, qué tipos hay, cómo es la epilepsia infantil y cuáles son las posibles causas y las opciones de tratamiento de esta enfermedad.
La epilepsia también es conocida con los nombres de trastorno convulsivo (“seizure disorder” en inglés) o crisis epilépticas (algunos las llaman ataques epilépticos). En términos generales son episodios de actividad eléctrica cerebral descontrolada originada en las neuronas y que duran un tiempo determinado, normalmente unos segundos.
La epilepsia es un trastorno crónico, lo que quiere decir que la presencia de una sola convulsión no necesariamente representa o desencadena epilepsia. De hecho, se estima que aproximadamente el 10% de la población mundial tiene al menos una convulsión a lo largo de la vida.
Las crisis suelen empezar entre los 5 y los 20 años de edad, aunque también pueden presentarse por primera vez en personas de más de 60 años. Para diagnosticar epilepsia no solo se consideran los síntomas evidentes, sino que es necesaria una evaluación médica profunda que permita saber qué está ocurriendo nivel cerebral.
Según la Organización Mundial de la Salud, la epilepsia se diagnostica cuando hay dos o más convulsiones no provocadas. Es decir, las crisis tienen que haberse repetido durante un tiempo y de manera más o menos espontánea. No obstante, si una persona presenta una sola crisis o una convulsión sin causa aparente lo mejor es no esperar a que ocurran otras, y consultar inmediatamente al médico.
La epilepsia es un trastorno que suele causar cierto temor e incomprensión, que desgraciadamente se han traducido en estigmatización y discriminación. Así que lo mejor es estar bien informados sobre qué es en realidad la epilepsia y tratar de modificar los estereotipos.
Según la Comisión Internacional de la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE por sus siglas en inglés) hay tres niveles en la clasificación de la epilepsia.
El primero hace referencia a los síntomas de cada crisis; el segundo al tipo específico de epilepsia que se ha diagnosticado según los tipos de crisis que se presentan. El tercer nivel es el de los síndromes epilépticos, que es donde se pone atención a su relación con otros trastornos.
En otras palabras, los principales tipos de epilepsia pueden ser la epilepsia focal, la epilepsia generalizada o la epilepsia combinada, según si lo que se presenta es una crisis epiléptica focal (también llamada parcial), una crisis epiléptica generalizada o una combinación de ambas.
Estas crisis pueden incluir convulsiones pero esto no es necesariamente así. Hablamos de epilepsia refractaria cuando hay crisis recurrentes y mala respuesta al tratamiento, afectando de forma considerable la vida diaria de la persona.
Por otro lado se encuentran los síndromes epilépticos. Aquí no solo se consideran las características de la crisis y el tipo de epilepsia específico, sino otros detalles también importantes como la actividad electroencefalográfica, la edad o las lesiones neurológicas asociadas, entre otros factores.
A continuación explicaremos los tipos de crisis que existen seguidos de los tipos de síndromes epilépticos, según la Federación Española de Epilepsia, en los cuales se incluyen las características de la epilepsia infantil.
Estas se subdividen en simples, complejas o con generalización secundaria. Se puede diagnosticar una epilepsia focal o parcial si la mayoría de las crisis incluyen los siguientes síntomas.
No implican pérdida de consciencia, y según la zona exacta del cerebro donde se originen, pueden provocar síntomas como movimientos musculares involuntarios en distintas partes del cuerpo, una risa incontrolada o alucinaciones visuales, olfativas y auditivas, así como pensamientos extraños e irreales.
Generalmente implican una pérdida de consciencia durante la crisis, pero en ocasiones la persona sí responde aunque de manera incoherente. Los movimientos comunes son bucales (chupetear, tragar o masticar) o puede haber frotamiento excesivo de manos y ropa.
Las crisis parciales complejas pueden llegar a provocar mucha confusión porque el estado de consciencia se recupera de una forma gradual.
Es una crisis que con frecuencia precede a una crisis generalizada. Es decir, aunque inicia en una zona concreta del cerebro que tiene efectos solo en algunas partes del cuerpo, puede propagarse hasta afectar ambos hemisferios.
Se diagnostica cuando los dos hemisferios cerebrales se ven afectados desde que la crisis empieza, lo que hace que las manifestaciones sean visibles en todo el cuerpo. Se puede diagnosticar una epilepsia generalizada si la mayoría de las crisis incluyen los siguientes subtipos.
Son las más comunes e inician con una rigidez de las extremidades que es llamada fase tónica. Después de esta sigue la fase clónica, que se caracteriza por los movimientos musculares involuntarios y veloces.
Por sus características, durante este tipo de crisis pueden presentarse golpes de cabeza, mordeduras de lengua o una falta de control de esfínteres.
Las crisis generalizadas tónico-clónicas constituyen la imagen más generalizada de la epilepsia; no obstante, la farmacología ha ofrecido varios remedios que en la mayoría de los casos hacen que estas crisis sean muy poco frecuentes. De hecho, uno de los principales desencadenantes es el abandono brusco de los medicamentos.
Se caracterizan por contracciones musculares rápidas y breves, que algunas veces solo se presentan en una extremidad. A causa de esto es posible que la persona se caiga o deje caer objetos que tenga en la mano.
Suelen durar unos segundos y pueden confundirse con un momento de torpeza, por eso su diagnóstico puede complicarse y ser más tardío que en el caso de otros tipos de crisis.
Implican la pérdida repentina del tono muscular, lo que hace que la persona caiga al piso y corra el riesgo de lesionarse. Para evitar esto existen cascos de protección para niños y adultos.
Se llaman “crisis de ausencia” porque su principal característica es la pérdida de conciencia brusca y momentánea seguida de su recuperación. La persona suele quedarse aparentemente inconsciente con la mirada fija en un punto, sin poder responder y por lo mismo las actividades que está realizando en ese momento queda repentinamente suspendidas.
Estas crisis duran unos segundos y la persona se recupera inmediatamente como si no hubiera sucedido nada. Son más comunes en niños que en adultos y se confunden con problemas de atención o dificultades en el aprendizaje.
Las características de los distintos tipos de epilepsia se subdividen según el síndrome; pueden ser parciales idiopáticas de la niñez, idiopáticas generalizadas, reflejas y epilépticas. No obstante, puede agregarse muchas más subcategorías según la comorbilidad con otros síndromes.
Este síndrome también es conocido como epilepsia infantil o epilepsia del lactante porque es el trastorno convulsivo que ocurre en los niños sin causa aparente y cuando sus características neurológicas son las que se consideran adecuadas para su edad.
Una cosa diferente a la epilepsia infantil son los espasmos infantiles -movimientos bruscos y veloces que suelen ocurrir entre los 3 meses y los 2 años de edad cuya frecuencia disminuye de forma gradual. Suelen contraerse las extremidades, doblando y extendiendo brazos o rodillas a gran velocidad.
Implican epilepsias desconocidas, no especificadas, es decir, sin causa aparente, con crisis muy similares a las de ausencia o a las motoras tónico-clónicas. Su tratamiento médico suele ser muy favorable.
Están provocadas por estímulos externos. Puede ser una “epilepsia fotosensible”, si está causada por estímulos visuales, o una epilepsia no fotosensible cuando la causa está relacionada con otros sentidos, por ejemplo con el tacto.
La causa suele ser una enfermedad o trastorno encefálico, y comparten síntomas de otros síndromes como el Síndrome de West (presenta espasmos infantiles recurrentes), el de Dravet, el de Lennox Gastaut o la afasia epiléptica adquirida.
Afortunadamente hay muchos avances que nos permiten identificar causas posibles como un traumatismo cerebral, enfermedades graves que implican alta temperatura, el antecedente de un golpe fuerte, padecer trastornos vasculares o haber tenido una falta de oxígeno en el cerebro al nacer o durante el desarrollo.
La epilepsia también se ha relacionado con enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer, con el uso de drogas durante el embarazo, con enfermedades del sistema inmune como el SIDA o la meningitis y finalmente con factores genéticos.
El principal tratamiento consiste en el consumo de fármacos anticonvulsivos o antiepilépticos con una frecuencia diaria. Estos medicamentos previenen las crisis y reducen tanto su frecuencia como su severidad. En casos en los que la persona no responder favorablemente a esta terapia se suele aplicar una cirugía de extirpación de la región epileptogénica.
El problema es que hay una brecha terapéutica importante: casi el 80% de las 50 millones de personas que tienen epilepsia en el mundo viven en países de ingresos bajos y medianos, con lo que se estima que aproximadamente tres cuartas partes de quienes tienen crisis epilépticas no podrán acceder al tratamiento que necesitan.