El desayuno es la primera comida del día y nos proporciona los primeros alimentos con los que empezamos nuestras jornadas. La realidad, aunque no queramos aceptarla, es que en España solemos desayunar bastante mal. Es habitual que nuestras primeras comidas contengan grandes tazas de café, los tazones de cereales azucarados, la bollería industrial, los zumos…
Pero si hay algo tremendamente característico de nuestros desayunos, estos son los churros con su correspondiente taza de chocolate caliente. Todo un mal de cabeza para los nutricionistas, aunque a la hora de la verdad sabe a gloria. La principal crítica a este desayuno es que no es, ni de lejos, de los más saludables.
El desayuno español perjudica a tu salud
Los churros tienen harinas refinadas, que se obtienen moliendo granos, de la misma manera que las hay en la bollería industrial. Mientras que las harinas integrales, más saludables, se componen de tres tipos de granos: el salvado, germen y endosperno. La mayor parte de las harinas blancas o refinadas se componen exclusivamente de endosperno.
Nutricionalmente, este tipo de harinas suelen ser más pobres, ya que durante el proceso pierden gran parte de sus fibras. Al final, lo que queda es el almidón, que se acaba descomponiendo y convirtiendo en glucosa.
Esta glucosa se convierte en azúcar, un elemento que sí, nuestras células necesitan. En este caso se trata de un producto que pasa más rápidamente a la sangre, por haber pasado por un proceso de refinado. El encargado de que todo ese azúcar llegue a nuestras células es el páncreas, que libera insulina.
Lo que pasa es que, si ingerimos más y más azúcar, el cuerpo se ve obligado a liberar más y más insulina. Estos picos de insulina pueden acabar provocándonos una enfermedad: la diabetes de tipo 2. Además, también puede generar otros problemas cardiovasculares y metabólicos.
El exceso de azúcar, la pesadilla de los nutricionistas
Pero los churros no son el único problema de nuestro desayuno más típico. Hay muchos productos que también contienen muchos azúcares y no nos damos cuenta. Un buen ejemplo de ello son el café y los zumos, incluso los que nos venden como 100% naturales.
El zumo de naranja, típico del desayuno español, puede provocarnos algunos problemas. Esta es la bebida que tanto nos decían nuestras abuelas y madres que nos bebiéramos rápido, pero lo mejor es que no abusemos de ella.
El motivo es muy fácil de entender: los zumos contienen mucho azúcar. En este caso, el principal problema es la fructosa, el tipo de azúcar que contienen las frutas y sus derivados. No nos equivoquemos, este componente puede resultar perjudicial para el hígado, además de favorecer enfermedades como la diabetes y la obesidad.
El problema suena aún más preocupante tras un estudio publicado por la revista BMJ. Esta asegura que el consumo de bebidas azucaradas está relacionado con el desarrollo del temido cáncer. El zumo de naranja, tan típico en nuestro desayuno, está en esa lista de bebidas azucaradas que no nos conviene tomar en exceso.
Y aunque nos cueste aceptarlo, los expertos también ven un problema en el café, ingrediente indispensable en nuestros desayunos. El principal problema de esta bebida es su alto índice de cafeína.
Además de quitarnos el sueño, algo que nos conviene a primera hora de la mañana, el café aumenta nuestra presión arterial. Es cierto que no hace falta demonizar el café, porque si no abusamos de él puede resultar beneficioso.
Por ejemplo, está demostrado que nos proporciona cierta protección ante la enfermedad del Parkinson y las enfermedades hepáticas. Si controlamos su consumo, y además no nos excedemos a la hora de añadirle azúcar, podremos disfrutar de nuestra taza de café mañanera sin problema.
¿Qué deberíamos cambiar los españoles de nuestros desayunos?
Para mantener un cuerpo saludable, los expertos tienen clara la receta: una dieta equilibrada. Este equilibrio se consigue incorporando al menos un 50% de frutas y verduras a los alimentos que ingerimos. Otro 25% de nuestra comida debería estar reservado a las proteínas más saludables, como las aves, las legumbres, las nueces o el pescado.
En el caso del desayuno, los cambios suelen ser más difíciles, ya que nos movemos mucho por rutinas. Además, los nutricionistas también llevan una auténtica guerra contra el gran mido de que se trata de la comida más importante del día. Esta creencia ha hecho que nos resulte tremendamente normal comer más de lo que necesitamos, para 'asegurar las energías' del día.
Lo cierto es que hoy en día muchos estudios han desmentido esta creencia. El desayuno es importante, pero en su justa medida. Debemos comer con cabeza, como con cualquier comida del día.
Lo que importa es que nuestro desayuno nos aporte los nutrientes que necesitamos para empezar el día. Esto no quita que lo que comamos tiene que estar en consonancia con el resto de nuestras comidas.