A continuación vamos a hacer un análisis sintético y basado en las evidencias científicas más recientes sobre qué es la depresión, cuáles son sus síntomas principales y qué factores la causan o aumentan el riesgo de sufrirla; en este sentido nos referiremos tanto a factores de tipo psicológico como biológico.
A pesar de que el término es utilizado con frecuencia en el lenguaje común para hacer referencia a períodos breves de bajo estado de ánimo, la depresión es un trastorno del estado de ánimo que causa un gran malestar y que debe revestir una gravedad considerable para ser diagnosticado.
En concreto, según los manuales de diagnóstico psiquiátrico DSM los problemas anímicos deben persistir durante al menos dos semanas, interferir de forma significativa en la vida de la persona e ir acompañados de ciertos síntomas; en el siguiente apartado los describiremos en detalle.
El suicidio es la consecuencia última de muchas depresiones; de hecho, tal y como afirman Lynch y Duval (2010), el 60% de personas que se quitan la vida sufren un trastorno depresivo mayor u otra alteración del estado de ánimo -por ejemplo el trastorno bipolar.
Mientras que la prevalencia actual de la depresión mayor es de aproximadamente el 3% a nivel mundial, la incidencia a lo largo de la vida se eleva al 15% en los países ricos y al 11% en los más pobres.
Los datos epidemiológicos indican que la depresión es dos veces más común en mujeres que en hombres y que se da con mayor frecuencia entre los 20 y los 40 años.
Los dos síntomas nucleares de la depresión son el ánimo depresivo y la pérdida de motivación, interés y placer por las actividades que previamente se disfrutaban o se llevaban a cabo de forma cotidiana. Según el DSM-5, al menos uno de estos dos síntomas debe estar presente durante dos semanas para justificar el diagnóstico de un trastorno depresivo mayor.
Estos síntomas van acompañados por otros de menor rango. Los más relevantes son los pensamientos negativos sobre uno mismo, la pérdida o el aumento significativos del peso y de las horas de sueño, la agitación o el retraso psicomotor, la sensación de fatiga, las dificultades para pensar y concentrarse y la aparición recurrente de pensamientos relacionados con la muerte o de ideación suicida.
Aunque el DSM-5 incluye la nomenclatura “trastorno depresivo crónico”, lo más habitual es hablar de depresión crónica cuando los síntomas se mantienen durante dos años. El término “distimia”, por contra, se emplea para hacer referencia a un trastorno depresivo con un mayor componente de ansiedad y por lo general con una gravedad menor.
Se cree que la varianza genética explica el 40% del riesgo de depresión; esto significa que el trastorno está en buena parte determinado por factores de tipo biológico. Hablamos en concreto de una predisposición genética (y normalmente hereditaria) a sufrir trastornos de tipo depresivo si se dan además otros factores de distinto orden.
Dentro de las teorías psicológicas sobre las causas de la depresión destacamos la cognitiva, que enfatiza el papel de las creencias negativas adquiridas en la infancia como factor predisponente del trastorno, así como un modelo conductual más reciente y basado en la investigación que identifica como aspecto clave la estrecha relación entre la falta de actividad y la depresión.
Por otro lado, los acontecimientos negativos y muy estresantes pueden causar depresión incluso en personas que no tienen una particular predisposición a sufrirla, ni en un sentido biológico ni en uno psicológico. Dos ejemplos son la depresión posparto y el duelo patológico, que surge como consecuencia de la elaboración inadecuada de una pérdida importante.
Además la depresión se asocia a enfermedades crónicas como los distintos tipos de cáncer, la diabetes mellitus y los trastornos cardiovasculares (Voinov, Richie y Bailey, 2013), así como a los dolores crónicos. En las enfermedades neurodegenerativas (por ejemplo el mal de Parkinson) la depresión puede aparecer como consecuencia del deterioro de algunas estructuras del cerebro, como los ganglios basales.
La terapia psicológica es el tratamiento de elección en la mayoría de casos de depresión: las investigaciones muestran que es tan eficaz para aliviar los síntomas como los ISRS (los fármacos antidepresivos más usados) y no conlleva riesgo de sufrir efectos secundarios indeseados como sucede con los medicamentos.
Los tratamientos psicológicos para la depresión más avalados por la investigación son la terapia cognitiva de Beck, la psicoterapia interpersonal de Klerman y distintas variantes de la terapia de conducta, incluyendo el entrenamiento en habilidades sociales, la terapia de solución de problemas y la reciente terapia de activación conductual, focalizada en el incremento de la actividad.
Sin embargo, hacer ejercicio y actividades de ocio puede ser suficiente para salir de la depresión en muchos casos ya que este trastorno se asocia a la falta de actividad física y/o reforzante. Lo mismo se puede decir de la interacción social en casos de personas con un trastorno depresivo relacionado con una vida social insatisfactoria.
Los medicamentos antidepresivos sólo se recomiendan en casos graves o crónicos; lo mismo se puede decir de la terapia electroconvulsiva, que en la actualidad es segura pero se reserva para personas con depresiones muy graves y normalmente con alto riesgo de suicidio. En la mayoría de depresiones los cambios en el estilo de vida y otras opciones psicológicas deberían ser suficientes.
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.). Arlington: American Psychiatric Publishing.
GBD 2015 Disease and Injury Incidence and Prevalence Collaborators (2016). Global, regional, and national incidence, prevalence, and years lived with disability for 310 diseases and injuries, 1990-2015: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2015. Lancet, 388(10053): 1545–1602.
Lynch, V. A. & Duval, J. B. (2010). Forensic Nursing Science. Elsevier Health Sciences.
National Institute for Health and Care Excellence (2009). Depression in adults: recognition and management.
Voinov, B., Riche, W. D. & Bailey, R. K. (2013). Depression and chronic diseases: It is time for a synergistic mental health and primary care approach. The Primary Care Companion For CNS Disorders, 15(2): PCC. 12r01468.