El trapo de cocina es un elemento muy común en nuestras cocinas, pero también puede ser un foco de contaminación si no lo usamos correctamente. Consumo lanzó hace tiempo una campaña con una serie de recomendaciones sobre este utensilio. Todo ello para evitar que el trapo de cocina se convierta en un vehículo de transmisión de gérmenes que pueden causar intoxicaciones.
Y es que, cuando ingerimos alimentos que contienen gérmenes dañinos o las sustancias tóxicas que producen, podemos enfermar. Estas situaciones son más frecuentes en verano, porque los microorganismos se multiplican más rápido con el calor y la humedad. Además, podemos contagiarlos a través de los alimentos, las manos, los utensilios o las superficies de la cocina si no los limpiamos bien.
El trapo de cocina hay que tenerlo muy controlado
Para prevenir estas situaciones, es importante saber cómo hay que manipular, conservar y cocinar los alimentos de forma segura e higiénica. En este sentido, el trapo de cocina o la bayeta puede ser un excelente vehículo de contaminación. Y todo porque puede recoger y transferir gérmenes de unos alimentos a otros, o de unas superficies a otras.
Por eso, desde Consumo nos aconsejan que evitemos usar el trapo para secar los platos o las manos, y que optemos por usar papel de cocina desechable. Asimismo, nos recomiendan que cambiemos el trapo con frecuencia. A la hora de lavarlo, hay que usar altas temperaturas o lejía, para eliminar los posibles microbios.
Otros consejos a tener en cuenta para no enfermar
No solo el trapo puede ser una fuente de intoxicaciones alimentarias, sino que también hay otros aspectos que debemos cuidar. Por ejemplo, es fundamental lavarnos las manos antes y después de manipular los alimentos. Especialmente si son crudos o están poco cocinados, ya que así evitamos transferir gérmenes a nuestra boca.
También debemos limpiar bien los utensilios y las superficies que hayan estado en contacto con alimentos crudos. Hablamos de cuchillos, tablas o encimeras, ya que estos elementos pueden contaminar los alimentos cocinados o listos para consumir.
Estos últimos deben estar siempre separados de los crudos, tanto en el frigorífico como en la mesa. Asimismo, debemos refrigerar o congelar los alimentos perecederos lo antes posible, y mantenerlos a una temperatura inferior a 5 °C, para impedir que se multipliquen los microorganismos.
A la hora de cocinar los alimentos, debemos asegurarnos de que alcancen una temperatura mínima de 70 °C en el centro del producto, al menos durante dos minutos. Esto ayudará a eliminar los posibles patógenos. Una vez cocinados, debemos consumirlos lo antes posible, y no aprovechar las sobras si no se han conservado adecuadamente.
Otro consejo importante es no lavar los huevos antes de usarlos. Y es que esto puede favorecer la entrada de bacterias por los poros de la cáscara. Si están muy sucios, lávalos justo antes de su uso.
Por último, si vamos a consumir pescado crudo o poco cocinado, debemos congelarlo durante cinco días a una temperatura de -20 °C o inferior. Esta medida previene la anisakiasis, una enfermedad causada por un parásito presente en algunos pescados.