En este artículo describiremos qué es el trastorno bipolar, cuáles son sus síntomas principales y cómo tratarlo. Además explicaremos los rasgos que diferencian a los tres tipos de bipolaridad: el trastorno bipolar 1, el 2 y la ciclotimia.
Según el manual diagnóstico DSM-5, el trastorno bipolar es una alteración psicológica que se caracteriza por la aparición de periodos depresivos junto con otros en que el estado de ánimo es anormalmente elevado. Anteriormente se usaba la terminología “psicosis maníaco-depresiva”.
De este modo, por lo general se trata de un trastorno afectivo en que se combinan la depresión y la manía, término que se utiliza para hacer referencia a la elevación patológica del ánimo. Sin embargo, el criterio diagnóstico central es la presencia de la manía, se dé o no junto con depresión.
Para que se pueda diagnosticar un episodio maníaco la alteración del estado de ánimo debe durar al menos una semana o ser suficientemente grave como para justificar la hospitalización de la persona afectada. A diferencia de lo que muchas personas creen, la duración de los episodios de alteración del ánimo es larga, al menos de varios días.
El trastorno bipolar tiene un importante componente genético, aunque no es posible atribuirlo a un único gen, sino que las investigaciones revelan que múltiples genes están implicados en su desarrollo. También son muy importantes los factores ambientales, en particular el estrés psicosocial mantenido y el maltrato físico durante la infancia.
Aproximadamente un 1% de la población general cumple los criterios diagnósticos del trastorno bipolar, y no existen diferencias en prevalencia entre hombres y mujeres. Lo más habitual es que los síntomas empiecen a manifestarse en la juventud temprana; la media de edad de inicio se sitúa en los 25 años.
Durante los episodios depresivos del trastorno bipolar se producen síntomas como tristeza, irritabilidad, fatiga, aparición de pensamientos de culpabilidad, autodesprecio e incluso ideación suicida, dificultades para concentrarse, alteraciones en el apetito, desesperanza con respecto al futuro y disminución del placer o anhedonia.
En cambio, en los episodios de manía el estado de ánimo elevado o irritable cursa con una aceleración del pensamiento y del discurso, agitación psicológica y motora, disminución de la necesidad de sueño, implicación en un gran número de actividades, hipersexualidad y gasto excesivo de dinero. Cuando los síntomas y signos son leves hablamos de hipomanía y no de manía.
Por otro lado, también existen los episodios mixtos, en que aparecen síntomas de depresión y de manía de forma simultánea. Con frecuencia estos episodios se caracterizan por intensos cambios de humor, y la ansiedad es especialmente habitual. En cualquiera de estos tipos de episodio pueden aparecer síntomas psicóticos, un indicador de severidad.
La bipolaridad se asocia al trastorno obsesivo-compulsivo, al consumo abusivo de sustancias psicoactivas, al trastorno de pánico (que se caracteriza por la aparición de crisis de ansiedad), a la fobia social, a los trastornos de la conducta alimentaria y al trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH)
El riesgo de autolesión es muy elevado: aproximadamente un tercio de los pacientes se intenta suicidar durante el curso del trastorno. Los episodios depresivos aumentan significativamente el riesgo de que esto se produzca, pero también es posible que se lleven a cabo intentos durante las fases maníacas o en periodos asintomáticos.
Distintos autores y clasificaciones diagnósticas han descrito categorizaciones variadas de los tipos de trastorno bipolar. Así, por ejemplo, el DSM-5 incluye cinco tipos, si bien esta clasificación es una extensión de la más básica: la que distingue entre el trastorno bipolar tipo 1, el tipo 2 y la ciclotimia, la variante más leve de las tres, en función de la severidad de los síntomas.
Éste es el tipo de trastorno bipolar más grave, puesto que se diagnostica cuando hay presentes episodios maníacos puros, tanto en combinación con periodos depresivos como en solitario.
La característica clave del trastorno bipolar tipo 2 es que se identifican episodios hipomaníacos pero no hay manía como tal. En cambio, en este caso sí es necesario que haya períodos de depresión mayor por tal de distinguir esta variante de la ciclotimia.
La ciclotimia se caracteriza por una historia personal de episodios de estado de ánimo bajo pero que no cumplen los criterios de depresión mayor. Además, no se dan fases maníacas sino que en este caso también hay hipomanía.
Es muy habitual que el trastorno bipolar requiera el uso de psicofármacos para prevenir la aparición de episodios depresivos o maníacos; en este sentido son relevantes los estabilizadores del estado de ánimo, particularmente el litio, y los antipsicóticos. Además se suelen prescribir de forma aguda ansiolíticos y antidepresivos, en función del tipo de episodio.
Sin embargo, resulta igualmente importante el tratamiento psicológico. Dentro de este marco destacan las intervenciones familiares y las de carácter psicoeducativo, que se focalizan principalmente en la detección temprana de los síntomas de modo que se pueda evitar el desarrollo completo de los episodios patológicos.
En los últimos años la terapia interpersonal y del ritmo social ha obtenido mucha popularidad. Este programa, que se combina con la medicación en la mayoría de casos, se focaliza en la adopción de rutinas, en la evitación del estrés intenso o en la resolución de problemas interpersonales con el objetivo principal de prevenir la alteración de los ritmos circadianos propia del trastorno bipolar.
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th Ed.). Arlington: American Psychiatric Publishing.
Anderson, I. M.; Haddad, P. M. & Scott, J. (2012). Bipolar disorder. BMJ (Clinical research ed.), 345: e8508.
Grande, I.; Berk, M.; Birmaher, B. & Vieta, E. (2016). Bipolar disorder. Lancet (Review), 387(10027): 1561–72.