Ver sangre provoca una sensación de verdadera angustia a muchas personas. Sangre y peligro van de la mano, por lo que nuestro estado de alerta se activa y buscamos rápidamente la mejor forma de actuar para evitar la hemorragia.
Los torniquetes son uno de los métodos más eficaces para cortar hemorragias tanto en piernas como en brazos. Si bien es cierto que es un método que genera controversia entre los profesionales de los primeros auxilios, ha salvado muchas vidas. A continuación explicaremos cómo hacer un torniquete en 4 pasos.
¿Qué es un torniquete?
El uso del torniquete tiene sus orígenes más allá de la Antigüedad. Se popularizó a lo largo de innumerables guerras hasta convertirse en un método muy utilizado en el ámbito de la asistencia sanitaria militar y en otros contextos.
En la actualidad su uso es controvertido entre los profesionales de la asistencia prehospitalaria, ya que en ocasiones ha resultado más perjudicial “el remedio que la enfermedad”. Es por esto que la realización de un torniquete solo debe hacerse en casos de extremo peligro de desangramiento.
Cuando la hemorragia en alguna de las extremidades es muy abundante y la persona afectada corre el riesgo de entrar en shock, es el momento de realizar un torniquete. Si se hace en situaciones de menor gravedad es posible que esa persona pierda el miembro sin que realmente sea necesario.
Así bien, el torniquete es el procedimiento que se lleva a cabo para detener una hemorragia externa. Su uso es exclusivo para extremidades y requiere de una cinta, un trozo de tela o un brazalete largo que pueda anudarse alrededor de la extremidad, además de un palo o una varilla.
Cómo hacer un torniquete en 4 pasos
Si ya hemos identificado a la víctima, la herida que está produciendo la hemorragia y hemos valorado que es de suma gravedad y que la persona quedará en shock si no se realiza, es el momento de aplicarlo.
1. Reúne el material necesario
Consigue un pañuelo, una corbata o un trozo de tela largo, un palo o una varilla y unos guantes para evitar la transmisión de cualquier enfermedad. Dobla la tela hasta conseguir un vendaje de unos 10 centímetros de ancho y considerable espesor.
2. Ata el vendaje entre el corazón y la herida
Aplica una gasa en la herida y ata el vendaje en la parte superior de la zona afectada; es recomendable hacerlo allí donde más tejido haya. De este modo minimizamos la presión necesaria y protegeremos la piel y los músculos de posibles lesiones. Para ello realiza un nudo simple.
3. Utiliza un palo como dispositivo de torsión
Una vez tengas el torniquete en la posición adecuada, coloca el palo por encima del nudo simple que acabas de hacer y repite el procedimiento. Este palo permitirá torsionar la tela hasta conseguir la presión necesaria para cortar el flujo sanguíneo de la vena o arteria afectada. Girando el palo se logrará el resultado buscado.
Se pueden utilizar tanto destornilladores, como una linterna fina o una llave inglesa, siempre buscando el material más resistente para evitar que se parta. Una vez torsionada la tela, se anudan los extremos sobrantes.
4. Controla el tiempo
Es importante apuntar a qué hora se realizó el torniquete. Esto cobra especial relevancia, ya que para un uso óptimo el torniquete debe estar en el cuerpo de la persona de manera temporal y retirarlo en un tiempo corto.
Recordemos que estamos cortando el flujo sanguíneo para evitar que esa persona muera, pero a medida que pasan los minutos las células van necrosando al no recibir el suministro de sangre necesario.
Por ello es necesario el traslado inminente del paciente al hospital más cercano; lo ideal es que no pasen más de dos horas desde la aplicación del torniquete. A partir de ese momento las lesiones neuromusculares son más probables, como también lo es la necrosis o muerte celular.
Métodos alternativos al torniquete
Cuando no estemos seguros de realizar un torniquete, es importante asegurarse de que las demás alternativas existentes no surgirán efecto. Si cabe la posibilidad de utilizar de manera efectiva cualquier otro método, lo utilizaremos. Así evitamos los peligros asociados a realizar un torniquete sin que sea necesario.
Los vendajes compresivos
Este tipo de vendaje es el que más se utiliza para la interrupción de la mayoría de hemorragias, ya sea en alguna extremidad o en cualquier otra zona del cuerpo. La idea es comprimir la herida para reducir el flujo sanguíneo a la vez que se crea una película en la que se coagule la sangre.
Para ello necesitaremos una gran cantidad de gasas y una venda elástica que enrollaremos alrededor. Hay que apuntar que este es un método más difícil de realizar que el torniquete; en ocasiones necesitaremos más de dos manos e invertiremos más tiempo.
Los agentes heostáticos tópicos
Se trata de un tipo de sustancia que se presenta de diversos modos (apósitos, geles, granulados) y que, en contacto con la herida, permiten acelerar la coagulación de la sangre. La sustancia que se utiliza varía según las necesidades y la posibilidad de usarla con rapidez.
Existen desde apóstitos bañados en chitosán como el HemCon, pasando por el QuikClot, (gránulos minerales que en contacto con la sangre absorben el agua y aumentan la coagulación) hasta el Combat Gauze, un tipo de gasa no tejida impregnada en caolín que frena el sangrado.
Peligros y complicaciones
Como ya hemos aprendido, un torniquete funciona al aplicar suficiente presión externa alrededor de la circunferencia de una extremidad, con el objetivo de detener temporalmente el flujo de sangre hacia la parte del cuerpo lesionada.
Tras privar a los tejidos del oxígeno que se transporta en la sangre, el retorno del flujo sanguíneo también puede supones un riesgo.
Existen complicaciones adicionales que pueden ser causadas por la presión en los nervios, la piel y el resto de tejidos afectados. Además, el riesgo de daño permanente aumenta cuanto más tiempo se deja el torniquete puesto.
1. Daño en los nervios
La complicación más habitual del uso de torniquetes es el daño nervioso. Se pueden producir lesiones en los nervios debido a la presión mecánica sobre estos y por la privación del oxígeno.
Los nervios de una extremidad son los responsables de transportar al cerebro la información sobre el medio exterior. Una persona con un daño en estos nervios puede ser incapaz de sentir presión, dolor o cambios de temperatura en la zona afectada.
Asimismo, puesto que el cerebro también envía información a estos nervios para que los músculos se muevan, las personas con daño nervioso pueden sufrir inmovilidad periódica o incluso permanente en ellos.
2. Daño muscular
La privación prolongada de oxígeno al tejido puede causar un daño muscular permanente o incluso necrosis. La necrosis tisular, o muerte del tejido, ocurre cuando las células no reciben el oxígeno y la glucosa suficientes que necesitan para producir y usar energía.
Pasadas dos o tres horas, todas las reservas de energía de las células se agotan y estas comienzan a morir. Los tejidos necrosados se vuelven tóxicos de manera muy rápida y deben ser eliminados para evitar que la persona muera.
3. Lesiones por reperfusión
Cuando se retira un torniquete y la sangre vuelve a circular por el tejido (es lo que se conoce como reperfusión) puede ser que la situación de la lesión empeore, causando una hinchazón que compromete todavía más las células frágiles y que puede desencadenar complicaciones adicionales. Las lesiones causadas por este proceso se denominan lesiones por reperfusión.
En el esfuerzo por restablecer el equilibrio en el cuerpo y eliminar los productos de desecho que se acumulan, el cuerpo envía sangre adicional al área afectada. Las arterias, venas y tejidos dañados pueden causar una lesión adicional como consecuencia de este aumento drástico del flujo sanguíneo, provocando una acumulación del exceso de líquido y una hinchazón grave en la zona afectada.