Aunque la toxina botulínica normalmente se relaciona con el mundo de la estética, es considerada una de las sustancias naturales más venenosas que existen. Ésta causa un tipo de enfermedad llamada botulismo, que en general suele provocar síntomas que incluyen la parálisis muscular y que pueden incluso llegar a provocar la muerte.
A continuación explicaremos qué es el botulismo y la toxina mortal que lo provoca. Además revisaremos sus principales síntomas en función de la variedad de la patología con la que nos encontremos y, finalmente, qué tipo de tratamiento suele indicarse para procurar la recuperación de la persona que la sufra.
El botulismo es una enfermedad poco frecuente y grave que corresponde a un intoxicación, provocada por la toxina botulínica, un veneno natural producido por diversas bacterias del género Clostridium.
La exposición a esta sustancia tóxica se produce principalmente por comer alimentos contaminados o, en el caso de los bebés, a causa de ciertos clostridios que crecen en el intestino.
Se han identificado tres tipos de botulismo: el alimentario, el transmitido por heridas y el infantil. La principal diferencia entre los tres tipos anteriores depende mayormente de la ruta de exposición a la toxina, así como los diferentes síntomas experimentados en cada uno, que explicaremos más adelante.
El botulismo infantil es el tipo más común de esta enfermedad y representa el 72% de todos los casos. Aún así, su tasa de recuperación suele ser muy alta, siempre y cuando se aplique el tratamiento adecuado.
Al ser considerada una toxiinfección, el botulismo no se transmite de un individuo a otro, sino mediante la exposición a la toxina en concreto. En este caso, el contagio suele ser debido a la ingestión de alimentos conservados que contienen este veneno.
Asimismo las esporas botulínicas pueden causar una enfermedad generalizada si se introducen en el medio ambiente.
Recogiendo esta última frase, los cultivos de toxinas botulínicas fueron utilizados como armas biológicas a partir del 1999 por aproximadamente 17 países.
En concreto, el gobierno iraquí admitió que había cargado 11.200 litros de toxina botulínica en misiles SCUD durante la Guerra del Golfo. Afortunadamente, estos misiles especiales nunca se usaron.
Como se ha adelantado antes, la toxina botulínica es una sustancia venenosa y, en concreto, una de las más tóxicas conocidas en el mundo natural. Esta sustancia, que puede ser ingerida o inhalada y que interrumpe la transmisión de los impulsos nerviosos a los músculos, es producida naturalmente por la bacteria Clostridium botulinum.
Este microorganismo es una bacteria formadora de esporas, las cuales pueden persistir en el ambiente durante muchos años y, cuando las condiciones se vuelven más favorables (es decir, en una herida o un alimento), pueden germinar y liberar la toxina.
Este veneno mortal bloquea la capacidad de los nervios motores de liberar acetilcolina, el neurotransmisor que transmite las señales nerviosas a los músculos y produce parálisis flácida. A medida que avanza el botulismo, la falla muscular puede ser tan grave que conduzca al coma e incluso al paro respiratorio.
Existen al menos siete versiones estructuralmente diferentes de la toxina botulínica, identificadas como A, B, C, D E, F y G. El tipo designado como “A” es el responsable de algunos brotes de botulismo alimentario, suponiendo los alimentos enlatados incorrectamente una amenaza particular.
Los humanos también se ven afectados por los de tipo B, E y muy raramente por el F. En cambio, la toxina botulínica de tipo C afecta normalmente a animales como los perros, el ganado e incluso a las aves.
En general, se conoce que el diagnóstico del botulismo puede llegar a ser complicado debido a que los signos que provoca suelen asemejarse a los que presentan otras enfermedades como el síndrome de Guillain-Barre o diferentes intoxicaciones alimentarias, entre otras patologías.
Aún así, y para poder saber más sobre esta grave y rara enfermedad, a continuación explicaremos los diferentes signos y síntomas principales de los tres tipos de botulismo humano ya que, tal y como se ha comentado antes, la sintomatología del botulismo puede diferir en función de la variedad.
Los síntomas iniciales del botulismo alimentario suelen aparecer dentro de las 18-36 horas posteriores a ingerir alimentos contaminados por la toxina. Éstos incluyen la visión borrosa o doble y la dificultad para tragar y hablar, así como estreñimiento, náuseas y vómitos.
A medida que el botulismo progresa la persona experimenta debilidad o parálisis, comenzando por los músculos de la cabeza y progresando por los del cuerpo. Respirar se vuelve cada vez más difícil, llegando a provocar en los casos más graves la insuficiencia respiratoria.
Este tipo de botulismo suele ser provocado cuando la bacteria coloniza en el intestino de los bebés al ingerir sus esporas en la miel o tragando polvo que las contenga. Éstas germinan en su intestino grueso y a medida que crecen, producen la toxina mortal.
Los primeros síntomas incluyen estreñimiento, letargo y mala alimentación. A medida que progresa, la intoxicación causa dificultades para comer, así como debilidad general y dificultad para respirar.
En este caso, las heridas suelen ser traumáticas tales como lesiones severas por aplastamiento de las extremidades, cirugías o por el consumo de drogas. El botulismo por herida aparece cuando los clostridios colonizan una lesión infectada y producen la toxina.
Los síntomas generalmente aparecen entre los 4 y los 18 días después de que se haya producido el trauma y, en este caso, son similares a los del botulismo alimentario aunque pueden no referirse síntomas gastrointestinales.
El tratamiento de esta enfermedad incluye la asistencia respiratoria mediante el uso de una antitoxina botulínica. Una inyección temprana de antitoxina -generalmente dentro de las 24 horas de la aparición de los síntomas- puede preservar las terminaciones nerviosas, prevenir la progresión de la enfermedad y reducir la mortalidad.
En el caso de los bebés también se suele indicar un apoyo respiratorio intensivo junto con la alimentación por sonda.
Respecto al botulismo por herida, la cirugía puede llegar a ser necesaria para limpiar bien la herida infectada y eliminar así la fuente bacteriana que provoca la toxina. Finalmente, cuando el botulismo es de tipo alimentario, a menudo es necesario realizar un lavado gástrico.
Con una intervención médica correcta y temprana, se puede producir una recuperación completa de esta patología. Aún así, se trata de una recuperación lenta que en los casos más graves puede alargarse incluso años, ya que ésta depende de que las terminaciones nerviosas afectadas puedan crear nuevas proteínas que reemplacen a las dañadas por la toxina.