En los últimos años se habla con frecuencia de los beneficios del coito y otras prácticas sexuales para nuestra salud física y psicológica. En este sentido son relevantes tanto la actividad física asociada al sexo, pero también el orgasmo y la eyaculación en sí mismos.
El hecho de que los tabús relativos al sexo sean cada vez menos intensos favorece la realización de investigaciones científicas sobre este tema, tan natural como históricamente malentendido, y permiten confirmar intuiciones que la humanidad ha tenido desde tiempos antiguos.
Las relaciones sexuales y el orgasmo tienen múltiples beneficios para nuestra salud. Algunos de ellos se relacionan con la práctica de ejercicio físico, mientras que otros dependen de hormonas que nuestro cuerpo libera específicamente durante el sexo.
Es importante destacar que muchos de estos efectos positivos se deben al orgasmo más que a la actividad sexual en sí, por lo que no sólo nos podemos beneficiar de ellos en pareja.
Existen estudios que sugieren que tener sexo 1 o 2 veces por semana aumenta la cantidad de anticuerpos (o inmunoglobulinas) en nuestro organismo. Estas proteínas combaten las infecciones, los resfriados y la gripe y hacen que nos recuperemos antes de las enfermedades.
En concreto, parece que las relaciones sexuales incrementan los niveles de inmunoglobulina A, un anticuerpo que nos protege de infecciones víricas. No obstante se requieren más investigaciones para poder confirmar estos beneficios con seguridad.
Uno de los efectos del ejercicio físico es que ayuda a perder peso, sobre todo si su intensidad es elevada. Se calcula que practicar sexo durante 1 hora quema entre 100 y 200 calorías, o unas 5 calorías por minuto.
Hay que tener en cuenta que esta cantidad es baja en comparación con la pérdida de calorías que se produce al correr o al nadar, por ejemplo. No obstante, el sexo no conlleva precisamente un gran sacrificio en comparación con otros tipos de ejercicio, por lo que es una buena forma de asegurar una pequeña bajada de calorías de forma puntual o, a poder ser, regular.
Practicar sexo o cualquier otro tipo de ejercicio con regularidad reduce la presión sanguínea (en concreto la sistólica), lo cual tiene consecuencias beneficiosas en la salud cardiovascular, especialmente en personas de edad avanzada. Estos efectos de la actividad física son más notables cuanto mayor es su intensidad.
Concretamente se ha constatado que la actividad sexual disminuye el riesgo de enfermedades crónicas del corazón y de ataques cardíacos, al menos en hombres; estos efectos no se han estudiado en mujeres, pero es muy probable que también se den.
Los riesgos del sexo para las personas con problemas de corazón son mínimos: como la intensidad de esta actividad física es similar a la de subir escaleras, es muy poco probable que se produzca un accidente cardíaco durante el sexo a no ser que el trastorno sea muy severo.
Cuando tenemos un orgasmo nuestro cuerpo secreta la hormona oxitocina, conocida también como ‘la hormona del amor’. El efecto relajante de la oxitocina se asocia con los sentimientos de paz, satisfacción, confianza e intimidad que siguen con frecuencia a las relaciones sexuales.
El cuerpo de las personas también produce oxitocina al amamantar a un bebé o al observar a nuestras mascotas. Se considera, por tanto, que esta hormona fortalece los vínculos íntimos en general, no solo los sexuales.
Algunas sustancias que nuestro cuerpo secreta durante la actividad sexual, como las endorfinas y la oxitocina, tienen un efecto relajante que reduce el estrés y hace que el cuerpo reaccione con menor intensidad a las actividades que nos generan tensión, como puede ser hablar en público.
Además el sexo y otras actividades físicas, así como las relaciones de pareja satisfactorias, parecen vincularse a un descenso de la presión sanguínea, lo cual no solo tiene efectos positivos para la salud cardiovascular, sino que también hace que nos sintamos menos estresados.
Los hombres que eyaculan unas 20 veces al mes parecen tener menor riesgo de cáncer de próstata. Esto se debe a que el orgasmo estimula esta glándula, contribuyendo a evitar que se agrande.
Además, como ya hemos mencionado, el efecto de los anticuerpos que nuestro cuerpo libera durante el sexo ayudan a prevenir el resfriado, la gripe y las infecciones.
Por su parte, la satisfacción de pareja se ha relacionado con una menor incidencia de problemas relacionados con el estrés, como la angina de pecho y la úlcera duodenal.
La actividad sexual se relaciona con el bienestar emocional y con la calidad de vida en general. Las parejas que practican sexo de forma habitual refieren una mayor satisfacción en la relación que aquellas que hacen el amor esporádicamente.
Asimismo las relaciones íntimas, no solo sexuales, aumentan la felicidad y la autoestima, ayudándonos a sentirnos mejor a nivel psicológico.
Las endorfinas que libera nuestro cuerpo cuando practicamos sexo tienen un efecto analgésico, por lo que personas que sienten dolor pueden aliviar sus síntomas mediante esta actividad. La oxitocina u “hormona del amor” también ayuda a aliviar la sensación de dolor.
Entre los dolores que se han investigado en este campo se encuentran el dolor crónico de espalda y de piernas, el síndrome premenstrual, la artritis y el dolor de cabeza.
Los efectos ansiolíticos de las endorfinas y de la oxitocina facilitan que nos quedemos dormidos después de llegar al orgasmo. A su vez, dormir bien fortalece el sistema inmunitario y baja la presión sanguínea.
Durante la actividad sexual se ejercitan los músculos de la vagina. Estas contracciones son similares a las que se producen al practicar los ejercicios de Kegel, que ayudan a tonificar las paredes vaginales.
A su vez el fortalecimiento de la musculatura vaginal ayuda a controlar la frecuencia de la micción y a prevenir episodios de incontinencia urinaria, bastante frecuentes en las mujeres maduras.
Algunos estudios afirman que las mujeres que tienen sexo cada día durante la ovulación tienen más del doble de probabilidad de quedar embarazadas.
Además, los efectos físicos y psicológicos de la actividad sexual regular hacen que queramos seguir practicándola, lo cual mejora nuestra salud general a largo plazo.
Investigadoras de las universidades de Columbia y Stanford han encontrado que las mujeres que practican sexo al menos 1 vez a la semana tienen ciclos menstruales más regulares.
Este efecto parece relacionarse más con la intimidad de pareja que con los orgasmos, y se ha confirmado tanto en mujeres heterosexuales como homosexuales.
Un estudio encontró que los hombres que practican sexo al menos dos veces a la semana tienen la mitad de riesgo de mortalidad a los 10 años.
Estos efectos probablemente sean consecuencia de los múltiples beneficios cardiovasculares, inmunitarios y psicológicos que hemos mencionado.
Algunos estudios han encontrado que las personas que practican sexo de forma frecuente tienden a parecer más jóvenes que otras de la misma edad que no lo hacen. Probablemente esto se deba al resto de efectos saludables que hemos explicado.
No obstante, es posible que en este caso la causalidad sea también inversa, es decir, que las personas con aspecto más juvenil tengan más facilidad para tener sexo.