Existen muchos factores distintos que pueden hacer que disminuya la cantidad de glóbulos rojos en la sangre, causando síntomas como fatiga, problemas cardiacos o dificultades para respirar, que pueden tener un carácter agudo o crónico. Cuando esto sucede decimos que la persona afectada tiene anemia.
En este artículo vamos a analizar qué es la anemia, cuáles son sus síntomas, qué enfermedades la causan y qué tipos existen, centrándonos de forma particular en las diferencias entre las principales variantes de esta alteración.
Podemos definir la anemia como una disminución marcada en la cantidad de glóbulos rojos o de hemoglobina disponibles en la sangre, o bien con una reducción de la capacidad de ésta para transmitir oxígeno a las células provocada por algún motivo (Rodak, 2007). Esto provoca disfunciones que pueden llegar a ser muy severas en múltiples funciones corporales.
Los glóbulos rojos, que también son llamados “eritrocitos”, son el tipo de célula sanguínea más numeroso. Estas estructuras se ocupan de trasladar las moléculas de oxígeno a los tejidos del cuerpo a través del sistema circulatorio.
Por su parte, la hemoglobina es una proteína de los glóbulos rojos que cumple la función de transportar el oxígeno; en este papel interviene el hierro que contiene.
La anemia puede ser causada por tres motivos principales: la pérdida de sangre, la disminución de la cantidad de glóbulos rojos que se producen o la descomposición excesiva de estos (Janz et al., 2013). Como veremos más adelante, los factores que pueden llevar a estas situaciones son muy diversos.
Se trata del trastorno más común de entre todos los que afectan a la sangre; de hecho, se calcula que la anemia afecta a 1 de cada 3 personas a nivel mundial. Es especialmente frecuente en personas mayores, en niños y en mujeres embarazadas, según Vos y colaboradores (2012).
Los principales síntomas de la anemia son la sensación de fatiga y la debilidad física. También es muy habitual que esta alteración provoque mareos y dolores de cabeza, así como dificultades para concentrarse y por tanto para ejecutar procesos cognitivos más o menos complejos.
Otro de los signos más comunes de este trastorno es la alteración de la capacidad respiratoria; en particular, muchas personas con anemia refieren dificultades para respirar y sensaciones de falta de aire.
Las dificultades a las que se enfrenta el sistema circulatorio para transportar el oxígeno por la sangre en ocasiones provocan un aumento de la frecuencia cardiaca que puede conceptualizarse como un intento de compensar tal déficit. Esto sucede fundamentalmente en los casos más graves y se manifiesta en palpitaciones, angina de pecho e incluso fallos cardíacos.
Si bien la creencia de que la palidez es un síntoma clave de la anemia está muy extendida, lo cierto es que no es uno de los mejores indicadores de su presencia. A modo general podemos afirmar que los signos y los síntomas de este trastorno pueden variar notablemente en función de las causas subyacentes.
La causa más frecuente de la anemia es la pérdida de sangre en cantidades significativas; esto puede ocurrir, por ejemplo, después de sufrir una herida grave, pero lo más normal en estos casos es que la alteración tenga un carácter pasajero, es decir, agudo.
Los déficits de hierro son otra de las principales causas de anemia en la población general. Esto se relaciona con la importancia de dicho mineral en el transporte de oxígeno a través de la sangre, como hemos explicado al hablar de los glóbulos rojos y de la hemoglobina.
En muchos casos este trastorno se da en el contexto de otras enfermedades; de forma más específica, la anemia puede ser un síntoma de diabetes mellitus, anorexia nerviosa o infección por VIH/SIDA, entre otras alteraciones. También es especialmente común durante el embarazo.
En cualquier caso, existe un gran número de causas distintas que pueden provocar anemia. En el siguiente apartado hablaremos de las alteraciones asociadas a cada uno de los principales tipos de este trastorno sanguíneo.
Los tipos de anemia que describiremos se diferencian por sus causas, fundamentalmente. No obstante, la comunidad médica maneja diversos criterios que dan como resultado categorizaciones muy variadas; por ejemplo, el volumen corpuscular medio (esto es, la media del volumen de los glóbulos rojos) es una variable importante a la hora de determinar el tipo de anemia que sufre una persona determinada.
Hablamos de anemia ferropénica cuando los síntomas y los signos son consecuencia de un déficit de hierro en sangre. Se trata del tipo de anemia más común de todos.
La anemia perniciosa se diagnostica cuando hay una reducción en el número de glóbulos rojos causada por la absorción inadecuada de vitamina B12 por parte del intestino.
En el caso de la anemia hemolítica el problema se asocia a un exceso en la velocidad a la que se descomponen los glóbulos rojos que acaba llevando a que la cantidad de estas células sea insuficiente.
La anemia falciforme consiste en la producción de glóbulos rojos con una forma anormal (en concreto con forma de hoz, lo cual les da nombre por la palabra latina “falx”) que se destruyen más rápidamente que los sanos.
Esta clase de anemia se da como consecuencia de la inhibición en la síntesis de ADN al fabricar el organismo glóbulos rojos. El término engloba todos los tipos de anemia atribuidos a un déficit de vitamina B12, incluyendo la anemia perniciosa.
La anemia aplásica se diagnostica cuando aparecen síntomas de esta enfermedad derivados de una insuficiente producción de células precursoras de los glóbulos rojos por parte de la médula espinal.
La anemia de Fanconi es un tipo especial de anemia de origen genético. En concreto se da como consecuencia de mutaciones en 1 de 15 genes (como mínimo) y tiene un patrón de herencia autosómica recesiva.
El concepto “anemia microcítica” se aplica a todos aquellos tipos de anemia que se caracterizan por el hecho de que los glóbulos rojos son muy pequeños, es decir, tienen un volumen corpuscular medio significativamente inferior al normal.
Estas anemias se oponen a las de la categoría anterior en el sentido de que el volumen corpuscular medio de los glóbulos rojos es muy superior al que cabría esperar.
Este término, menos habitual que los dos anteriores, se utiliza para hacer referencia a los casos en que el tamaño de los eritrocitos es normal. En tales casos la anemia aparece por un déficit en la cantidad de glóbulos rojos, y no en el volumen corpuscular medio.