Los alimentos transgénicos o genéticamente modificados se han vuelto muy populares a causa de los beneficios económicos que pueden comportar para los productores y para los consumidores, así como del potencial de la ingeniería genética para crear organismos mejor adaptados a las condiciones necesarias para el cultivo o la crianza, en función de si se trata de plantas o animales.
Los temores con respecto a los posibles riesgos de consumir productos genéticamente modificados son evidentes, pero ¿tienen una base real o se trata más bien de muestras de la reticencia humana al cambio?
Con el objetivo de responder a tales preguntas, en este artículo describiremos qué son los transgénicos y cuáles son sus ventajas y desventajas, además de mencionar algunos ejemplos representativos de este tipo de producto.
¿Qué son los alimentos transgénicos?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se refiere a los alimentos transgénicos con el término “organismos genéticamente modificados”; tal concepto resulta informativo con respecto a la naturaleza de los productos de este tipo.
Los transgénicos son organismos cuyo ADN ha sido alterado a través de la ingeniería genética. Aunque lo más habitual es la modificación genética de cultivos vegetales, también se están aplicando procedimientos similares en algunos animales y en microorganismos.
La manipulación del ADN permite la transferencia de determinados genes de un organismo a otro de un modo mucho más selectivo y controlado que el que es posible mediante las técnicas clásicas de modificación y optimización genética.
Cabe esperar que los métodos de modificación de material genético en productos alimentarios se generalicen en los próximos años a causa de las ventajas económicas que suponen. No obstante, la reticencia de algunos sectores sociales y los factores éticos asociados a la explotación de animales pueden retrasar o prevenir el auge de los transgénicos, al menos en algunas de sus facetas.
Ejemplos de organismos genéticamente modificados
Según una revisión de la literatura científica en torno a los alimentos transgénicos, los más habituales son los cultivos vegetales potenciados a través de la modificación genética. Estos autores destacan particularmente la soja, el maíz, el algodón y la canola o colza, cuyo aceite se ha vuelto muy popular en las últimas décadas.
No obstante, cada país tiene una legislación específica en cuanto a los alimentos transgénicos permitidos para el consumo humano. En el caso de España, el único transgénico adaptado por ley para la producción y el consumo es un tipo de maíz en concreto.
Las alteraciones genéticas más comunes se asocian con la resistencia a productos herbicidas e insecticidas, que dañan muchos cultivos tradicionales a pesar de que pueden ser necesarios para su producción. Por ejemplo, el aceite de canola proviene en buena parte de este tipo de procedimiento.
Asimismo, en Asia se cultiva arroz genéticamente modificado que contiene cantidades extra de vitaminas y de hierro con el objetivo de combatir la malnutrición, mientras que en África se producen boniatos (o batatas) capaces de sobrevivir a ciertos virus que destruirían las variedades clásicas.
Críticas y controversia en torno a estos productos
La controversia en torno a los productos genéticamente modificados es similar a la que se suele dar con los avances científicos y tecnológicos en general. El desconocimiento sobre nuevos métodos y sus potenciales riesgos genera recelos comprensibles, si bien en muchos casos estos se mantienen aun después de haber sido desmentidos. En el siguiente apartado describiremos de forma más detallada la evidencia científica respecto a los transgénicos.
Entre las críticas más extendidas a los alimentos genéticamente modificados, la Organización Mundial de la Salud destaca los miedos a las posibles consecuencias para la salud de consumir alimentos sometidos a procesos de transferencia y combinación de material genético. También mencionan de forma prioritaria el potencial alergénico de estos productos, y afirman que no se han encontrado pruebas de esta hipótesis.
Una buena parte de la preocupación relativa a los transgénicos tiene un carácter moral o filosófico, y no práctico. Con esto queremos decir que conviene separar aspectos éticos como el debate sobre la explotación animal, muy relevante y perfectamente legítimo, de la discusión en torno a la seguridad del consumo de comida transgénica.
En este sentido, se habla con frecuencia de los posibles riesgos o de la falta de conveniencia de alterar la “naturaleza”. No obstante, los humanos hemos modificado plantas y animales desde el inicio de nuestra existencia -la diferencia principal es que en la actualidad el progreso científico nos permite hacerlo de una forma mucho más eficiente.
Ventajas y desventajas de la comida transgénica
Las principales ventajas de los alimentos genéticamente modificados tiene que ver con su coste, que es el argumento más potente en favor de su producción. En principio, y sobre el papel, esta suele tener el objetivo de abaratar el precio de la comida, tanto para quienes los fabrican como para los consumidores.
Esto es debido a que como son resistentes a posibles patógenos, se disminuye por un lado la posible pérdida, y por otro la compra de productos para mantener las cosechas.
Por otra parte, y como hemos dicho previamente, la manipulación del ADN de plantas de cultivo permite mejorar su capacidad de resistir enfermedades transmitidas por virus y otras amenazas; esto puede reducir la cantidad de herbicidas que se emplea para mantener las cosechas y aumentar la duración de los alimentos, entre otras ventajas.
En la actualidad podemos decir que, en su conjunto, la comunidad científica considera que los transgénicos no suponen un riesgo para la salud -al menos no en mayor medida que los alimentos obtenidos a través de procedimientos tradicionales.
Sin embargo, es muy importante tener en cuenta que la seguridad de consumir un alimento depende en gran medida de sus características específicas, y no del hecho de que sea o no transgénico, puesto que este término hace referencia solo a un procedimiento muy general.
Es bien sabido que hay comidas no modificadas genéticamente que contienen componentes perjudiciales para el organismo; lo mismo puede suceder con los transgénicos, en especial si la regulación que afecta a su producción es laxa, como es el caso de Estados Unidos.