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Vino

Serio aviso de los científicos españoles sobre tomar una simple copa de vino

Una de las creencias más extendidas en nuestro país es que una copa de vino equivale a salud, pero los científicos no lo ven tan claro

El vino es una bebida natural, resultante de la fermentación alcohólica del jugo de uva (también llamado mosto). Se trata de un microorganismo, la levadura, que transforma el azúcar contenido en el zumo en alcohol, al mismo tiempo que libera dióxido de carbono.

Esta transformación puede ser total o parcial, es decir, podemos elaborar vinos que contendrán tanto alcohol como azúcares. De apariencia simple, esta reacción química requiere maestría y saber hacer. Los vinos tintos y blancos, que difieren en color y método de vinificación, son los más comunes.

Dos copas transparentes de vino blanco
El vino blanco es uno de los más comunes | Getty Images

Así, la vinificación en tinto produce vino tinto y se elabora a partir de uvas negras. Mientras que, durante la vinificación en blanco, la etapa de prensado tiene lugar antes de la etapa de fermentación y es decisiva para la calidad del vino. De ahí que, en la elaboración de los vinos blancos, no se utilicen los hollejos ni las pepitas.

Lo cierto es que, durante muchos años, distintos estudios nos han hablado acerca de supuestos beneficios del vino para la salud. Pero, ¿qué hay de cierto? Pues los científicos acaban de lanzar un serio aviso...

¿El vino es realmente saludable?

Además del alcohol, el vino contiene polifenoles, incluidos los compuestos que le dan el color al vino tinto. Estos compuestos son capaces de proteger al organismo contra los efectos nocivos de llamado "estrés oxidativo". Resumidamente, se trata de un proceso de envejecimiento de las células, que aumenta con la edad, y puede facilitar la aparición de enfermedades

Los polifenoles del vino, o su asociación con bajas dosis de alcohol, pueden por tanto contribuir a los efectos protectores del vino sobre el sistema cardiovascular. Numerosos estudios apoyan la hipótesis de un efecto protector del vino tinto. Especialmente en comparación con otras bebidas alcohólicas, que no compartirían.

No quiere beber vino

De esta manera, sería una opción útil a la hora de reducir la presión arterial elevada y el riesgo de accidentes cerebrovasculares y cardíacos. Pero hay un problema: los ensayos clínicos a largo plazo que permitirían sacar conclusiones definitivas sobre los efectos del consumo moderado de vino son casi imposibles.

Dada la muy lenta evolución de las enfermedades cardiovasculares, sería necesario imponer una dieta estrictamente controlada durante años a un número muy elevado de voluntarios. Todo ello, claro está, con controles y pruebas estrictas, para que las comparaciones fueran estadísticamente válidas.

Los riesgos asociados al consumo regular de vino

Aunque es cierto que el vino contiene propiedades antioxidantes, las conclusiones de que protege la salud cardiovascular no se acaban de sostener. El principal problema es que estas se extraen de experimentos con células o animales, o de ensayos clínicos a corto plazo. Por tanto, quedan muchas preguntas científicas sobre la absorción digestiva y los efectos del vino en el cuerpo humano.

Además, hay otro problema aún peor: los riesgos asociados al consumo de alcohol. Es decir, además de las grandes dudas sobre los efectos del vino, también debemos tener en cuenta que se trata de una bebida alcohólica. En definitiva, sería hasta imprudente recomendar el consumo reglar de vino, incluso en cantidades moderadas, sin tener en cuenta su contenido en alcohol.

Copa de vino
El vino, al ser alcohol, es muy peligroso para la salud. | Getty Images

¿Cuáles son los efectos nocivos del alcohol?

Se sabe que, incluso sin ser un gran consumidor o dependiente del alcohol, el consumo se influye en el desarrollo de muchas patologías. Por ejemplo, no es ningún secreto que aumenta el riesgo de cánceres, enfermedades cardiovasculares y digestivas, enfermedades del sistema nervioso y trastornos psíquicos.

El alcohol también puede estar en el origen de dificultades más banales (como fatiga, presión arterial demasiado alta, trastornos del sueño, problemas de memoria o concentración, etc.). De ahí que su consumo no sea recomendable, ni en cantidades elevadas ni pequeñas. Algo que, naturalmente, choca con la costumbre de tomarse una copa de vino diaria, con o sin comida.