Ciertas infecciones bacterianas y de otros tipos pueden causar sepsis, un trastorno cuyos síntomas pueden causar la muerte. Revisamos las características de la sepsis neonatal, de la puerperal y de otros tipos comunes de sepsis en función de sus causas o de los órganos y sistemas a los que afecten.
La sepsis o septicemia es una alteración severa asociada a una infección que puede llegar a causar la muerte de las personas afectadas. En concreto, los estudios epidemiológicos estiman que esta alteración médica causa la muerte de entre 3 y 8 de cada 10 personas que la sufren a nivel mundial (Jawad et al., 2012).
La causa de la sepsis es una respuesta desadaptativa del sistema inmune ante la presencia de una infección: ante la presencia de un agente patógeno, las defensas reaccionan atacando al propio organismo y causando fiebre y otros síntomas más severos.
La septicemia suele estar causada por bacterias, si bien las infecciones que provocan este trastorno pueden ser también de tipo fúngico, vírico y parasítico, y enfermedades como el cáncer y la diabetes mellitus aumentan el riesgo de sufrirla. Lo mismo sucede con las quemaduras.
El tratamiento de la septicemia incluye la administración de medicamentos con efectos antibióticos para combatir la infección y de fluidos intravenosos para estabilizar la circulación de la sangre (Rhodes et al., 2017).
A pesar de que hasta hace poco se distinguía la sepsis grave como un subtipo especialmente peligroso para la supervivencia, en la actualidad la comunidad médica está abandonando este concepto al haberse establecido su redundancia -cualquier caso de septicemia es un trastorno muy severo. En todo caso, es posible aplicarlo cuando los órganos fallan o el flujo sanguíneo se vuelve insuficiente a causa de la sepsis.
Los síntomas más comunes de la sepsis incluyen la fiebre, el aumento de la frecuencia cardiaca y de la respiratoria y la confusión mental. Como decimos, en casos más graves pueden darse problemas en la función de los órganos y una disminución del flujo sanguíneo que se manifiesta en una baja presión arterial, en un menor volumen de orina y a través de otros signos.
En función del tipo de infección que se dé en cada caso pueden aparecer síntomas y signos específicos. Por ejemplo, en la sepsis debida a neumonía suele darse tos, mientras que si la infección se localiza en los riñones es habitual que cause dolor asociado a la micción.
El caso de los niños y de los ancianos es peculiar: es posible que no se observe ningún síntoma de una infección específica, que no aparezca fiebre e incluso que la temperatura baje en lugar de aumentar.
El término “shock séptico” se aplica en algunos casos graves de hipotensión sanguínea debida a sepsis en los que la administración intravenosa de una cantidad suficiente de fluidos no consigue mejorar dicho síntoma.
Los casos de septicemia pueden clasificarse en distintos tipos según criterios como el origen de la infección, su localización, los órganos, sistemas y funciones corporales a los que afecta o el periodo de la vida en que se dan. A continuación describiremos las características principales de los más comunes.
La sepsis neonatal suele ser de tipo bacteriano y se diagnostica cuando los síntomas se producen en bebés de menos de un mes de vida.
Entre los síntomas y signos de la septicemia neonatal, que son muy variados, podemos destacar la reducción de la actividad, los problemas para respirar, la disminución del ritmo cardíaco, los temblores o alteraciones gastrointestinales como los vómitos y la diarrea.
La sepsis puerperal afecta a bebés recién nacidos y a mujeres que acaban de dar a luz (o bien después de un aborto). Por lo general está causada por estreptococos y otras bacterias, como la mayoría de tipos de septicemia.
La sepsis abdominal está causada por una peritonitis bacteriana y representa una respuesta inflamatoria patológica del organismo a esta infección. Es uno de los tipos de septicemia con una mayor tasa de mortalidad asociada.
La causa de la sepsis urinaria, urológica o urosepsis es la entrada de bacterias que infectan el tracto urinario en el torrente sanguíneo y su consiguiente distribución por el resto del organismo, pudiendo dañar rápidamente otros sistemas y órganos del cuerpo.
Entre los trastornos respiratorios que se asocian con frecuencia a la septicemia podemos destacar la neumonía, la gripe, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y otras alteraciones asociadas al consumo de tabaco.
La sepsis puede causar síntomas y signos relacionados con la afectación del cerebro, como la confusión o la agitación pero también el coma.
Aunque la septicemia tiene muchas causas potenciales, incluyendo las infecciones por virus, hongos y parásitos, el tipo de sepsis más común según el agente infeccioso es la bacteriana. Un buen ejemplo de bacteria que puede causar esta alteración es el meningococo.
No hay que confundir la sepsis bacteriana y la bacteriemia, término que se aplica a cualquier caso en que se detecten bacterias en la sangre. Hay quien considera que “septicemia” es la combinación de sepsis y bacteriemia, y no un sinónimo de “sepsis”.
Los meningococos (Neisseria meningitidis) son un tipo de bacterias que pueden provocar infecciones severas en el organismo humano. La más habitual es la meningitis, una inflamación de las meninges (membranas que recubren el cerebro) que en ocasiones causa sepsis. De hecho, la meningitis bacteriana es el tipo más mortal que existe.
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