Seleccionar bien los alimentos que consumimos es algo muy importante, sobre todo los que se ingieren durante las primeras horas del día. Es necesario tener en cuenta cuáles son los más sanos, ya que estos alimentos son los responsables de que obtengamos la energía necesaria para empezar el día.
Si nos fijamos en cualquier desayuno o almuerzo, es muy probable que en ellos aparezcan las famosas tostadas. Lo cierto es que es un complemento ideal para comer durante la mañana, ya que son sencillas y fáciles de preparar. Además, su combinación con otros alimentos o frutas hace que sea la elección de muchas personas.
Desayunar con tostadas
Incluir tostadas en el desayuno es una buena elección, ya que el pan ofrece varios elementos nutritivos que son beneficiosos para nuestro organismo (eso sí, si es integral mucho mejor). Se trata de un alimento básico e indispensable en muchos hogares, y no es para menos. Su consumo tiene origen prácticamente desde tiempos inmemorables.
Las tostadas no son otra cosa que pan en estado desecado, producido por el efecto del calor. Al desecarse, su textura cambia, y las migas esponjosas y tiernas se vuelven doradas y crujientes.
Lo bueno de las tostadas es que se les pueden añadir múltiples alimentos, lo cual potencia más su sabor y textura. Alguno de los ejemplos más típicos son las rebanadas de pan con tomate, con huevo o con jamón. En España, además, es muy típico disfrutar de las tostadas con aceite de oliva, un producto nacional que combina muy bien con todo.
La mantequilla: el complemento estrella del pan
Seguro que, si te vienen a la cabeza los desayunos con tostadas, también te aparecerá el condimento más típico por excelencia: la mantequilla. Es un producto de origen animal, y es el resultado del suero de la crema de leche. Aunque su textura jugosa y dulce la hace apetecible, esconde grandes desventajas.
La mantequilla presenta un gran contenido en grasas saturadas, lo cual eleva el riesgo de que quienes la consuma puedan padecer algunas enfermedades, como por ejemplo el colesterol.
¿Y la famosa margarina?
Un gran salto en muchos desayunos fue la aparición de la famosa margarina. Se la consideró rápidamente como una opción mucho más saludable, por su alto contenido en grasas vegetales, en vez de animales. Tanto, que empezó a ser muy recomendadas, incluso por los expertos en nutrición del momento.
Este consejo se extendió sobre todo en la época de los ochenta, donde el argumento era predominante pero bastante simplista. Durante varios años se vendió la imagen de la margarina como una alternativa saludable.
La realidad es algo distinta, porque los valores nutritivos de la mantequilla y de la margarina no son tan diferentes como se pensaba. En su momento, lo que no se tuvo en cuenta fue que, durante el proceso de extracción de la margarina, podían aparecer grasas trans, claramente perjudiciales para la salud.
Hoy en día ese problema parece estar resuelto, pero lo que sigue ahí son las calorías que aporta la margarina. Como siempre, consumirla de forma moderada no tiene por qué representar ningún peligro; el riesgo aparece si abusamos de ella.
Entonces, ¿mejor mantequilla o aceite?
Lo cierto es que resulta muy complicado responder a esta pregunta. Antes de decantarnos por una opción u otra, es importante analizar los dos productos. Si bien es cierto que ambos son una fuente de grasas, la composición que presentan uno y otro es algo distinta.
La mantequilla, como hemos comentado anteriormente, tiene un origen animal. Sus ácidos grasos hacen que los niveles de colesterol aumenten, además de perjudicar las arterias y el corazón. Sin embargo, el aceite es de origen vegetal, ya que su grasa se extrae a través de exprimir el zumo de la aceituna.
La principal diferencia radica en su composición: el aceite está compuesto en un 100% de grasa y, la mantequilla, en torno a un 80% (el resto son sólidos lácteos y agua). Esto hace que sea complicado señalar si es mejor uno u otro. Lo cierto es que todo depende de la cantidad que se consuma, y que es abusar de uno u otro producto nunca es bueno.