A lo largo de la historia, y con fines adaptativos, los seres humanos hemos sentido temor y respeto por aquellas situaciones en las que se nos ha privado de la capacidad para ver, incluyendo la oscuridad. Un ejemplo de esto es que los lugares oscuros siempre han sido el entorno ideal para las historias de terror.
Por lo tanto, no es de extrañar que esta situación se asocie a una fobia específica dentro del listado de trastornos de la ansiedad. Es por ello que a lo largo de este artículo hablaremos del miedo a la oscuridad (acluofobia o escotofobia), de sus características, síntomas y causas y de los tratamientos más efectivos para combatirlo.
La acluofobia, también conocida como escotofobia, es considerada un trastorno de ansiedad específico en el cual la persona que lo padece experimenta un miedo excesivo, irracional e incontrolable a la oscuridad. Para ser más específicos, la persona vive ese temor al pensar en todo aquello que puede ocurrir mientras está a oscuras, puesto que el temor a la propia oscuridad es conocido como nictofobia.
Aunque es una fobia tradicionalmente asociada a los niños, tiene una gran incidencia también en adultos, siendo una de las fobias más comunes pero poco conocidas por su nombre.
Este miedo a la oscuridad es completamente normal en niños de edades tempranas. No obstante, cuando este se vuelve desproporcionado y domina las reacciones de la persona puede ser considerado como fobia.
La acluofobia puede llegar a interferir de manera importante en la vida de la persona, la cual llevará a cabo todas las conductas y esfuerzos necesarios para no encontrarse nunca a oscuras.
Por suerte, existen tratamientos muy efectivos mediante los cuales la persona puede llegar a ser capaz de sobreponerse a la acluofobia y llevar una vida normal.
Como hemos dicho anteriormente, la acluofobia se categoriza dentro de las fobias específicas y, como tal, comparte síntomas, causas y tratamiento con el resto de estas.
El efecto principal del miedo a la oscuridad es que la persona que la padece evita o huye todas aquellas situaciones o acciones en las que tenga que enfrentarse a la falta de luz hasta el punto de consumir grandes cantidades de energía eléctrica, con el sacrificio económico que esto conlleva.
Al igual que el resto de trastornos de ansiedad, la acluofobia se distingue por ser un temor fóbico con un estímulo aversivo concreto, en este caso la oscuridad, y que presenta las siguientes características:
El miedo experimentado es excesivo y desproporcionado en comparación con la amenaza real
Se trata de un miedo irracional, sin ninguna base lógica
La persona no es capaz de dominar el temor que le embarga
La aparición o posible aparición del estímulo fóbico genera una serie de conductas evitativas y de escape
Sin un tratamiento, el temor es constante y permanece a lo largo del tiempo
El principal síntoma que caracteriza al miedo a la oscuridad y al resto de fobias específicas es que se experimentan altos niveles de ansiedad acompañados de una variada sintomatología asociada.
Estas manifestaciones relacionadas con el estrés, la ansiedad y el miedo no tienen por qué aparecer de manera continuada en el tiempo, sino que lo hacen solamente cuando la persona afronta o sabe que va a enfrentarse a la situación temida, en este caso la oscuridad.
Como es habitual, no todas las personas presentan exactamente el mismo patrón de síntomas ni con la misma intensidad. No obstante, todos presentan tanto síntomas físicos como cognitivos y conductuales.
Habitualmente la experimentación de un temor desmedido causa una serie de cambios y alteraciones en el organismo. Estas variaciones son ocasionadas por una hiperactividad del sistema nervioso periférico.
Los síntomas físicos más habituales del miedo a la oscuridad incluyen los siguientes:
Aceleración de la frecuencia cardíaca
Aumento de la tasa respiratoria
Sensación de asfixia
Tensión muscular
Aumento de la sudoración
Dolor de cabeza
Alteraciones en el sistema gástrico
Mareos
Náuseas y/o vómitos
Desvanecimiento
En la fobia a la oscuridad los síntomas físicos siempre van acompañados por una serie de creencias distorsionadas e irracionales acerca de la situación temida.
En este caso, la persona experimenta pensamientos intrusivos y permanentes acerca de todos los peligros que pueden aparecer cuando está a oscuras. Estos pensamientos se caracterizan por ser incontrolables y con un gran componente negativo.
Como es propio en las fobias específicas, el miedo a la oscuridad acaba por interferir en los patrones de conducta de la persona, modificando su forma de proceder en el día a día y produciendo dos tipos de respuesta: las conductas evitativas y las conductas de escape.
Las conductas evitativas son aquellos actos que la persona con acluofobia lleva a cabo con tal de eludir la situación temida; en este caso un ejemplo sería mantener las luces encendidas durante toda la noche.
Por su parte, las conductas de escape se originan cuando está a punto de enfrentarse a la situación temida. Un ejemplo sería salir corriendo de casa cuando se va la luz.
La sensación de pánico que invade al acluofóbico cuando se va la luz no se debe realmente a la falta de esta en sí, sino a las fantasías e imágenes que la persona crea, en las cuales está absolutamente convencida de que en la oscuridad existen una gran cantidad de peligros escondidos.
De todas formas, todavía no se ha desarrollado una técnica completamente efectiva para determinar el origen de una fobia concreta. Como sucede en la mayoría de estos trastornos de ansiedad, la posible predisposición genética, que convierte a la persona en alguien más susceptible a los efectos negativos del estrés, unida a la vivencia de una situación traumática o con alto contenido emocional relacionada con la oscuridad puede acabar por originar una fobia a esta.
También existen otros factores, como la personalidad, los estilos cognitivos o el aprendizaje vicario, que pueden facilitar la aparición y desarrollo del miedo irracional a cualquier tipo de estímulo, incluyendo la oscuridad.
Tal y como se especificaba al inicio del artículo, a pesar de los efectos perjudiciales que puede llegar a ser la acluofobia existen tratamientos efectivos para que la persona pueda acabar llevando un ritmo y un estilo de vida normales.
En el caso de las fobias, el tipo de intervención con más tasa de éxito es la terapia cognitivo-conductual, dentro de la cual la desensibilización sistemática y la exposición en vivo han demostrado ser altamente eficaces.
Dado que esta fobia contiene un componente cognitivo muy importante, la reestructuración y la modificación de los pensamientos y creencias distorsionadas a través de la terapia cognitiva será esencial para eliminar la base del miedo a la oscuridad.
Estas dos últimas terapias siempre van acompañadas de un entrenamiento en técnicas de relajación para disminuir los síntomas físicos.