El lupus eritematoso es una de las enfermedades autoinmunes más habituales y conocidas. Afecta comúnmente a la piel, pero también puede producir daños en otros tejidos del cuerpo, en especial en el caso del lupus eritematoso sistémico, la forma más habitual.
En este artículo describiremos qué es el lupus eritematoso, qué factores pueden contribuir a su desarrollo, cuáles son los síntomas de cada subtipo de esta enfermedad y cómo tratarlos.
Se conoce como lupus eritematoso a un conjunto de enfermedades autoinmunes que pueden afectar a cualquier parte del cuerpo, causando inflamación, dolor y daños en los tejidos.
En el lupus el sistema inmune se encuentra hiperactivado, de forma que los anticuerpos atacan a los tejidos sanos, ya que no los distinguen de organismos invasores como los virus.
Se diagnostica habitualmente entre los 15 y los 40 años y afecta a mujeres de forma mucho más frecuente que a hombres, en una proporción de aproximadamente 7 a 1.
El lupus es una enfermedad crónica de curso variable que en algunos casos es benigna y en otros supone una amenaza para la vida. Normalmente se dan episodios de intensificación de los síntomas seguidos por periodos en que se reducen o desaparecen.
La palabra “lupus” significa “lobo” en latín; antiguamente se creía que esta enfermedad era transmitida por mordiscos de estos animales. No obstante se trata de una enfermedad no contagiosa, con un origen probablemente genético.
El lupus se puede manifestar en muchas partes del cuerpo, entre las que destacan la piel, las articulaciones, los vasos sanguíneos, el cerebro, el corazón, los pulmones y los riñones.
Los síntomas más comunes de esta enfermedad son el dolor y la inflamación en las articulaciones, en particular las de las manos y las rodillas.
Otros signos y síntomas habituales incluyen los siguientes: fatiga, fiebre, pérdida de pelo, dificultades respiratorias, dolor en el pecho, sensibilidad a la luz, úlceras bucales, sequedad de ojos, dolor de cabeza y el fenómeno de Raynaud, en que los dedos se vuelven azulados en respuesta al estrés y al frío.
En ocasiones es difícil detectar el lupus porque sus síntomas son muy diversos y se asemejan a los de otras enfermedades. El más característico es la aparición de una erupción en forma de mariposa en las mejillas, pero ocurre solo en la mitad de los casos.
Se desconocen las causas del lupus, aunque se sabe que existen factores genéticos que predisponen al desarrollo de esta enfermedad. Los genes implicados en el lupus son múltiples, habiéndose identificado al menos 30.
Los episodios de intensificación de los síntomas se pueden producir como consecuencia de infecciones, de la exposición a la luz solar y del consumo de tabaco o algunos medicamentos, particularmente anticonvulsivos; en este último caso los síntomas desaparecen al interrumpir el tratamiento.
Asimismo, además del sexo femenino y de la edad, la etnia es otro factor de riesgo de gran relevancia: el lupus se desarrolla más frecuentemente en personas negras, hispanas y asiáticas, y además los síntomas suelen ser más leves en las caucásicas.
Existen diversos tipos de lupus que se distinguen por sus causas y síntomas, principalmente. Si bien algunos de ellos no podrían considerarse estrictamente lupus eritematoso, la similitud de sus manifestaciones hacen que se los clasifique como tal.
El lupus eritematoso sistémico es el más común de todos los tipos de lupus, constituyendo el 70% de los casos de esta enfermedad. Frecuentemente cuando se usa el término “lupus” se está haciendo referencia al lupus eritematoso sistémico.
El adjetivo “sistémico” indica que la afectación se da en múltiples órganos, a diferencia de otros tipos de lupus en que el sistema inmune solo ataca la piel.
Entre los síntomas que puede provocar el lupus eritematoso sistémico se encuentran la inflamación del músculo cardíaco, del sistema nervioso, de los vasos sanguíneos y de los riñones, así como el endurecimiento de las arterias y la hipertensión pulmonar.
Este tipo de lupus se caracteriza por la aparición de erupciones (o eritemas) en forma de disco en la piel del cuero cabelludo, la cara, el cuello y el torso. Estos eritemas pueden dejar cicatrices si no se tratan adecuadamente.
En el lupus eritematoso cutáneo subagudo surgen erupciones similares a las del tipo discoide, pero en este caso afectan principalmente al tronco y a los brazos, tienen el centro blanco y no dejan cicatrices.
Los lupus cutáneos, tanto el discoide como el subagudo, pueden ser una manifestación del lupus eritematoso sistémico o bien ser los únicos signos visibles de la enfermedad.
Se conoce como lupus secundario a las enfermedades producidas por el consumo de medicamentos que causan síntomas similares a los del lupus eritematoso sistémico, como dolor de articulaciones y músculos. Estos desaparecen unos meses después de que se suspenda el tratamiento.
Los fármacos que provocan lupus secundario más comúnmente son la isoniacida, la hidralazina y la procainamida, usados para tratar casos de tuberculosis, hipertensión y arritmias, respectivamente.
Ocasionalmente, cuando una mujer con lupus tiene un bebé este presenta síntomas de la enfermedad, especialmente erupciones discoides; estos casos se conocen como lupus neonatal.
Por lo general los síntomas de este tipo de lupus no son graves y desaparecen al cabo de unos meses, por lo que no suele ser motivo de alarma grave.
El lupus no se puede curar de forma definitiva, aunque sí se pueden prevenir y reducir sus síntomas mediante la administración de medicamentos. El tratamiento depende sobre todo del tipo de manifestaciones que presente cada persona.
Así, se pueden prescribir fármacos inmunosupresores, corticoesteroides, anticoagulantes o antiinflamatorios, especialmente los no esteroideos o AINEs, como el ibuprofeno.
También se recomienda a las personas con lupus que se protejan de la luz solar, que eviten el consumo de tabaco, que lleven una dieta saludable, que hagan ejercicio y que descansen adecuadamente; todos estos hábitos pueden prevenir la aparición de síntomas.
En cualquier caso, y como sucede con el resto de enfermedades crónicas, es fundamental contar con la supervisión de personal médico para prevenir que los síntomas se agraven.