La llegada del verano es sinónimo del fin del curso escolar, y por ello los niños disponen de más tiempo libre. Durante esos meses de vacaciones es muy habitual que gran parte del tiempo estén en la playa y en la piscina. Esto ocasiona que lleven menos ropa y, por lo tanto, tengan la piel mucho más expuesta.
Impétigo, una infección poco conocida
Durante la infancia muchos niños y niñas son susceptibles de padecer infecciones. Su sistema inmune todavía está en desarrollo y es por ello que no están exentos de contraer virus, bacterias y demás. Sin embargo, ante la llegada del verano existe una infección que no suele ser muy conocida: el impétigo.
Se trata de una infección cutánea muy contagiosa, y afecta principalmente a bebés y niños. Las bacterias responsables de su origen son los estreptococos del grupo A o los estafilococos. Su manifestación se produce a través de la piel.
Algunos factores como la humedad y las altas temperaturas son el caldo de cultivo perfecto para que aparezca el impétigo. La franja de edad que más suele verse afectada es la de los niños de 2 a 6 años de edad.
Esta infección puede surgir de dos formas. La primera puede darse de forma espontánea, y la segunda puede originarse a raíz de una infección de una dermatosis previa (por ejemplo una quemadura o una úlcera pequeña). Aquellos niños que sufran piel atópica son mucho más propensos de contraerla.
Una de las vías de transmisión más directas es a través del contacto piel con piel. Esto es algo verdaderamente preocupante si tenemos en cuenta la exposición que tienen los niños en verano, tal y como hemos comentado anteriormente.
Los síntomas que suele presentar esta infección son ampollas o llagas, principalmente en zonas como la cara, el cuello, las manos, las piernas o la zona del pañal. Estas ampollas, llenas de líquido y de pus, se suelen romper dejando una costra amarillenta o marrón.
¿Cómo prevenir el impétigo?
El mejor recurso que tenemos a nuestra disposición será siempre la prevención. Así pues, es importante que los niños tengan una correcta hidratación sobre todo en verano. Si esto no es así, la piel se secará, y por consiguiente picará más. El rascado es una de las acciones que puede ocasionar un eccema, y acabar derivando en dicha infección.
Para evitar que esto ocurra es importante mantener unos hábitos de higiene, como lavarse las manos y evitar el contacto con niños que presenten lesiones de este tipo. Si algún niño presenta lesiones, también sería prudente evitar que tocase objetos personales de otros.
Evidentemente, el impétigo requiere de un tratamiento antibiótico, y la persona más indicada para tratar esta afección siempre será el pediatra. Si se contrae la infección, es importante que durante la fase de curación se extremen las precauciones.
Principales medidas de prevención de la enfermedad
En este sentido, algo que podemos hacer es lavar la piel del bebé o del niño con mucha delicadeza, usando una gasa limpia y un jabón adecuado (como por ejemplo los antisépticos). También podemos poner en remojo el área de la piel que esté afectada, ya que así ayudaremos a que se eliminen las capas.
Otros aspectos higiénicos que también debemos vigilar en los bebés y niños son sus uñas. Debemos procurar que se mantengan cortas y limpias, ya que de esta forma evitaremos que se rasquen y que se pueda extender la infección a otras partes del cuerpo.