Como ya se verá más adelante, una detección y una intervención tempranas van a ser fundamentales para mitigar el grado de gravedad y complejidad de las problemáticas mencionadas.
¿Qué es la fobia escolar?
La fobia escolar o rechazo intenso escolar va mucho más allá de la experiencia de determinados “temores” que pueden derivarse de la asistencia al colegio. El segundo aspecto deviene una respuesta de ansiedad, la cual se entiende como un tipo de reacción adaptativa de carácter puntual, si bien es cierto que genera una sensación considerable de malestar emocional en el pequeño.
Así, dicha expresión es relativamente común entre los menores, los cuales pueden manifestar este tipo de sensaciones aversivas de forma transitoria y sin complicación psicológica significativa a lo largo de su historia escolar.
Sin embargo, la fobia escolar reviste aproximadamente el 1,5% de prevalencia y se da en niños que han sufrido algún cambio vital relevante como el traslado a un nuevo centro educativo, que se encuentran en periodos de exámenes importantes o aquellos que presentan dificultades en habilidades sociales, entre otros factores.
Es más común en niños varones mayores situados entre los 11 y los 12 años y su inicio suele ser más abrupto en menores de corta edad respecto de los preadolescentes o adolescentes, en los cuales su comienzo es más insidioso y progresivo.
La fobia escolar se recoge dentro del DSM-V, el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales, como una fobia específica ligada a una situación concreta, el contexto escolar. Por definición, una fobia consiste en la expresión de un miedo que causa una sintomatología ansiosa excesiva, desproporcionada, irracional, involuntaria, mantenida en el tiempo y significativamente interferente en la mayor parte de las áreas vitales personales.
En la fobia escolar el niño siente un temor intenso que le lleva a elaborar continuas quejas, conductas de evitación hacia el propio acto de asistir a la escuela así como en relación al repertorio de conductas que lo preceden como levantarse, vestirse, preparar la mochila, etc.
Cabe destacar la diferenciación de la fobia escolar respecto del trastorno de ansiedad por separación, en que la manifestación ansiógena principal deriva del distanciamiento del menor respecto de las figuras de apego más relevantes (los padres, principalmente). Usualmente el segundo deriva en el primero, aunque no necesariamente, ya que la causa más habitual de separación entre los progenitores y el menor coincide con el momento de asistir a la escuela.
Causas y factores de riesgo de este problema
Entre los signos que se observan más habitualmente como factores causantes en el desarrollo de la fobia escolar, se destacan los siguientes:
Relativos a acontecimientos vitales aversivos: la elaboración de un duelo ante una pérdida de alguna figura significativa, la enfermedad propia o de algún familiar cercano, etc.
Relativos al colegio: el cambio de escuela, el inicio de un nuevo ciclo, los periodos de evaluaciones y la exposición a situaciones de ridículo, burla o crítica frecuentes. Además puede influir negativamente la percepción de las tareas escolares como inasumibles o una actitud autoritaria y distante del profesor de referencia.
Relativos al niño: un perfil emocional internalizante –dificultad para la manifestación externa del malestar-, tendiente a la ansiedad -presencia de trastornos de ansiedad infantiles como el trastorno de ansiedad social, la fobia social, el trastorno por evitación, la depresión, etc.- y con dificultades en la habilidad comunicacional asertiva devienen causas asociadas al inicio de la fobia escolar. Asimismo la experiencia de sentimientos de inferioridad en la competencia académica, la presencia de complejos a nivel físico, los celos fraternales, etc. también precipitan el comienzo de esta psicopatología.
Relativos al entorno familiar: las tensiones maritales, un funcionamiento familiar aglutinado, dependiente o sobreprotector donde es escaso tanto el desarrollo de la capacidad de autonomía como la habilidad para tomar decisiones y responsabilidades. En ocasiones la presencia de expectativas académicas excesivamente elevadas por parte de los padres respecto del hijo o la observación de actitudes negativas hacia la escuela en los primeros facilitan el desarrollo de rechazo escolar en el menor.
Relativos a procesos de refuerzo positivo de las conductas de evitación (como por ejemplo disponer de mayor tiempo para jugar o ver la TV en casa) así como de refuerzo negativo (prevenir la sintomatología ansiosa, principalmente) aplicadas por los progenitores aumentan la frecuencia de repetición de tales comportamientos fóbicos.
Síntomas y signos en el niño
Entre los signos observables en los niños que presentan rechazo escolar se encuentran:
A nivel físico: alteraciones del sistema nervioso autónomo (mareos, sudoración, escalofríos, etc.), cardiovasculares (palpitaciones), gastrointestinales (diarrea), musculares o también cefaleas.
A nivel cognitivo: ante la presencia del intenso miedo, el alumno suele activar pensamientos anticipatorios relativos a situaciones concretas que pueden darse en el colegio como ser castigado por profesor, ser ridiculizado por un compañero, generar sentimientos de inferioridad respecto de su rendimiento académico o competencia escolar, etc.
A nivel comportamental: pueden aparecer conductas de evitación de las situaciones que le producen malestar a nivel cognitivo-emocional, las cuales pueden combinarse con un ataque de pánico, bloqueo o inhibición actitudinal generalizada.
A nivel personal: pueden darse dificultades para la asertividad, dependencia parental y descenso del rendimiento académico.
Intervención y tratamiento psicológicos
Tres son los objetivos principales que se suelen presentar de forma habitual en los niños con fobia escolar, los cuales devienen las principales metas a trabajar desde un punto de vista terapéutico de forma conjunta tanto a nivel escolar, como a nivel familiar y a nivel individual.
Por una parte, la asistencia a la escuela debe restablecerse cuanto antes. Además deberán trabajarse las dificultades asertivas y las deficiencias relativas al autoconcepto con la finalidad de potenciar un nivel adecuado de autoestima y autoeficacia y una percepción realista y racional sobre las propias capacidades y características personales.
Finalmente cabe dedicar una parte de la intervención a orientar y dotar de pautas educativas a la familia con el objetivo de optimizar la relación entre los distintos miembros, facilitar la interiorización de indicaciones que posibiliten un mayor desarrollo de madurez, responsabilidad y autonomía en el niño. Para ello cabe realizar una fase de psicoeducación parental sobre los distintos estilos educativos y trasmitir la aplicación de repertorios conductuales basados en el estilo democrático.
En la consecución de los objetivos mencionados para la intervención de la fobia escolar y desde el enfoque de la terapia cognitivo-conductual, se plantea la utilización de componentes como:
Técnicas de exposición en vivo y en imaginación de las situaciones temidas o evitadas, ordenadas según el nivel de dificultad/malestar para el niño. Combinado con estos recursos, se recomienda abordar los pensamientos distorsionados o irracionales causantes del malestar y la ansiedad percibida.
El entrenamiento en habilidades sociales focalizado en potenciar la capacidad asertiva, es decir, la distinción de los estilos comunicativos y comportamentales agresivo, pasivo y asertivo, la enseñanza de habilidades como la expresión de una opinión, la expresión de la discrepancia, el rechazo de peticiones, el manejo ante las críticas, etc. Por otra parte también puede aplicarse el entrenamiento en autoinstrucciones con el objetivo de potenciar el autocontrol emocional ante situaciones potencialmente complejas o ansiógenas y conseguir así aumentar una percepción positiva sobre la propia eficacia conductual.
El establecimiento de contratos de contingencias conductuales, a fin de determinar unos compromisos y acuerdos de las partes implicadas así como de las recompensas y penalizaciones aplicadas en función del cumplimiento de los primeros.
El entrenamiento en relajación para disminuir la intensidad de la ansiedad y de la preocupación relativas a las situaciones temidas.
A modo de conclusión
Como ha podido observarse, el abordaje de la fobia escolar debe ser temprano e implicar a todas las áreas que se relacionan con la problemática. Así, además de iniciar un proceso psicológico donde el niño puede trabajar con el profesional, la familia y la escuela también devienen partes fundamentales en el éxito de la intervención psicológica.
Como ocurre en muchos casos, una detección inicial se asocia con mayor probabilidad a un mejor pronóstico y a una intensidad menor de los síntomas manifestados.
Por ello es importante realizar un buen diagnóstico diferencial de los signos incipientes observados en el pequeño a fin de poder descartar que se trate de un miedo transitorio y adaptativo o, por el contrario, que revista una psicopatología más compleja.
Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos DSM-V. Washington, DC: American Psychiatric Publishing.
Espada, J., & Méndez, F. (2012). Terapia de conducta para la fobia escolar: estudio de un caso. Acción Psicológica, 1(1), 81-85.
Feliú, M. T. (2014). Los trastornos de ansiedad en el DSM-5. Cuadernos de medicina psicosomática y psiquiatria de enlace, (110), 62-69.
García-Fernández, J. M., Inglés, C. J., Martínez-Monteagudo, M. C., & Redondo, J. (2008). Evaluación y tratamiento de la ansiedad escolar en la infancia y la adolescencia. Psicología Conductual, 16(3), 413-437.