La familia en la que nacemos es un factor que no podemos escoger. En consecuencia, sentirse poco comprendido, vulnerable o incluso en peligro dentro del propio núcleo familiar es una realidad que muchas personas viven.
En este artículo analizaremos cuáles son los factores que hacen que una familia se convierta en disfuncional o tóxica para todos sus componentes y qué repercusiones psicológicas tiene esta circunstancia sobre los miembros del núcleo familiar.
La importancia del núcleo familiar
El concepto de familia ha adquirido diferentes definiciones a lo largo de la historia. De forma simplificada podemos decir que la familia es el primer ámbito de socialización de los seres humanos.
Es un sistema de relaciones integrado por un conjunto de personas que conviven de manera cotidiana, donde la comunicación permite expresar necesidades, deseos y sentimientos encaminados a un objetivo común: el bienestar familiar.
El núcleo familiar adquiere gran importancia en el proceso de crianza y educación de todos y cada uno de nosotros, en especial cuando somos muy jóvenes. Se establece una relación de apoyo y afecto que proporciona al niño un entorno seguro y le permite que adquiera valores, creencias y modelos para una correcta relación con los demás.
De este modo la familia no solo se encarga de educar y asegurar las necesidades básicas como la alimentación o la higiene, sino que marca en gran medida el patrón de conducta de sus miembros a través de los hábitos y de la forma de interrelación.
Cuando este entorno no proporciona la seguridad, el afecto o las necesidades requeridas por los componentes, puede que nos encontremos ante una familia tóxica que tenga repercusiones negativas tanto a nivel psicológico como adaptativo.
Características de las familias tóxicas
Una familia disfuncional o conflictiva provoca en sus componentes sentimientos y sensaciones negativas que inciden de manera directa o indirecta en el desarrollo personal y el bienestar psicológico de sus miembros.
1. Exceso de control y sobreprotección
Impedir que tu hijo acuda a eventos por miedo a que suceda un accidente, prohibirle ir a dormir a casa de amigos o a las colonias del colegio son actitudes que muchos padres consideran como seguras pero que en realidad tienen repercusiones nocivas.
Un control excesivo impide que la persona implicada se desarrolle de una manera libre, contribuyendo a la aparición de comportamientos evitativos y emocionalmente desadaptativos. El hecho de no permitir la adquisición de responsabilidades repercute directamente en el niño, haciéndole entender que no es válido, capaz ni autoeficaz.
Existen casos en que los padres tienen miedo a que sus hijos se independicen, sintiéndolo como un abandono o una traición y haciéndoselo saber así a sus hijos. Este tipo de familias impiden las decisiones adultas y generan dependencia. En cierto modo se podría afirmar que la sobreprotección es un tipo de violencia silenciosa.
2. Altos niveles de conflicto
El conflicto es normal e incluso saludable dentro de las familias, puesto que permite generar cambio y evolucionar. No obstante, cuando son muy intensos y frecuentes los conflictos crean desgaste entre los componentes de la familia, lo cual tiene repercusiones negativas.
Cruzar la fina barrera entre discutir de manera pacífica y caldearse iniciando faltas de respeto y gritos es muy habitual en algunas familias. Estas peleas empeoran la relación y generan miedo y sentimientos de culpa entre los más pequeños.
Estos conflictos pueden llevar a que se produzca lo que en psicología sistémica se conoce como una escalada simétrica, que es la lucha por el equilibrio cuando la relación entre dos miembros se desequilibra. La rivalidad juega un papel importante en las escaladas simétricas.
3. La imprevisibilidad
La imprevisibilidad genera miedo, incertidumbre y angustia. No saber cuál va a ser la reacción de alguno de los componentes de la familia hace que el nivel de alerta sea muy elevado y no se genere un entorno de tranquilidad y paz.
Los niños pequeños que lo sufren pueden desarrollar rasgos como temor e inseguridad que repercuten en sus relaciones sociales, mientras que los más mayores lo reciben como un evento estresante continuo que puede incidir incluso en el descanso.
4. El abuso o la violencia familiar
El abuso, aunque se produzca solo en un componente de la família e independientemente de si es físico o psicológico, tiene graves repercusiones en el conjunto del sistema. El sufrimiento de uno o varios de los miembros causa sentimientos de indefensión y contradicción entre los que lo viven de manera indirecta.
El impacto psicológico en la persona que recibe los abusos es nefasto: baja autoestima, sentimientos de inutilidad, de culpa o incluso autoagresiones que destruyen a quien los padece. Por otro lado, la persona que abusa puede tener sentimientos de víctima, alegando que no puede reprimir sus impulsos y transfiriendo un sentimiento de pena al resto de espectadores de la família, que no sabrán cómo actuar.
5. La adicción a sustancias tóxicas
La adicción de uno o varios componentes de la família a algún tipo de sustancia adictiva provoca en el sistema dificultades emocionales y económica. En muchas ocasiones los más pequeños de la familia son los que, por omisión en el cuidado por parte de los padres, salen mal parados.
Los pequeños han de tomar las responsabilidades que los padres no asumen; esto hace que sientan que no pueden abarcarlo todo, llegando incluso a omitir necesidades importantes para así no tener que hacerles frente.
En otras ocasiones el consumo de sustancias adictivas lleva a robos entre los familiares, lo que provoca disputas y enfrentamientos que dañan la red de soporte familiar, destruyendo en cierto modo la unión que se había formado tiempo atrás.
6. La falta de comunicación
La gran mayoría de altibajos familiares son debidos a periodos en los que la comunicación no es fluida. La falta de comunicación es un predictor de conflictos, por lo que si se mantiene en el tiempo puede dar lugar a una familia disfuncional o tóxica.
La falta de tiempo para estar juntos, no tener una disciplina correcta o la escasez de paciencia y confianza son factores que contribuyen a una mala comunicación familiar. Esto genera repercusiones de tipo psicológico tales como baja autoestima, incomprensión, desamparo o desequilibrio emocional.
7. Altos niveles de emoción expresada
En familias donde alguno de los miembros presenta un trastorno mental o conductual, es frecuente que los niveles de emoción expresada sean muy elevados. La emoción expresada es un estilo de comunicación en que predominan la hostilidad, la crítica y la sobreimplicación emocional hacia la personas con el trastorno diagnosticado.
Comentarios asociados a desaprobación, insatisfacción familiar, dramatización o sobreprotección generan en la persona enferma un malestar que facilita las recaídas. Por ello es importante trabajar con los familiares acerca del estilo de comunicación y fomentar la calidez y la comprensión reales.