Por eso su estudio y el desarrollo de tratamientos eficaces es uno de los grandes retos para la medicina moderna. A continuación encontrarás una explicación detallada de qué es la esclerosis, qué síntomas tiene y cuáles son los tratamientos más eficaces de los que disponemos para combatir este tipo de enfermedad.
La esclerosis es una enfermedad autoinmune y progresiva que consiste en el endurecimiento de un órgano debido al aumento del número de células que forman el tejido conectivo del órgano.
Generalmente se presenta en los vasos sanguíneos y en el sistema nervioso central (SNC) y puede estar causada por otras enfermedades autoinmunes, por el envejecimiento o por inflamaciones, aunque las causas pueden ser muchas.
La esclerosis en sí misma no es una enfermedad mortal, pero según su curso y el tipo de afectación específica podría provocar patologías que sí son mortales. Esto último puede variar mucho y en la mayoría de los casos la esclerosis provoca una dificultad importante para realizar las actividades de la vida cotidiana.
La esclerosis puede tener muchas manifestaciones distintas; los síntomas específicos dependen de la localización del tejido conectivo que se encuentra afectado.
A continuación explicaremos las características de 5 tipos de esclerosis: múltiple, aterosclerosis, esclerosis lateral amiotrófica, tuberosa y sistémica.
En la esclerosis múltiple los tejidos afectados son los de la sustancia blanca del sistema nervioso central, lo que provoca la pérdida de mielina, una sustancia que cubre y protege las fibras de ese sistema.
Al dañarse la mielina se dificulta la conducción de los impulsos eléctricos que viajan por el sistema nervioso, provocando síntomas como fatiga, falta de equilibrio, dolor, alteraciones visuales y cognitivas, dificultades para hablar o temblores.
Por eso se dice que es una enfermedad progresiva del SNC (es decir, neurodegenerativa) que afecta la movilidad, a las sensaciones y a las funciones corporales básicas. Es más común entre mujeres, inicia entre los 20 y 40 años y no se saben las causas definitivas.
Se divide en distintos tipos según la forma en la que la enfermedad evoluciona. Puede ser una forma remitente-recurrente (la más común), progresiva secundaria, progresiva primaria o progresiva recidivante.
La aterosclerosis afecta sobre todo a las arterias de mediano tamaño. Está causada por un engrosamiento de las arterias que hace que pierdan su elasticidad y sus síntomas depende de cuáles han sido las arterias afectadas.
Tiende a extenderse hacia las arterias del corazón, las del cerebro y las de las extremidades inferiores, con lo cual se manifiesta clínicamente como una cardiopatía isquémica, una enfermedad cerebrovascular o una enfermedad arterial y es considerada como una causa importante de mortalidad.
En este caso el tejido afectado es el de los músculos voluntarios, por lo que sus síntomas incluyen enlentecimiento del habla, espasticidad, hiperreflexia y reflejos de Hoffman o de Babinsky que afectan a una o a ambas piernas y generan dificultad para caminar. Los signos más comunes son la atrofia muscular y la debilidad de las neuronas motoras inferiores.
Suele iniciar en las extremidades y su evolución provoca que con el paso de tiempo la persona no pueda levantarse por sí sola ni usar sus brazos. Sua aparición es esporádica, aunque puede haber factores genéticos involucrados, y suele afectar más a los hombres. Generalmente inicia entre los 20 y los 80 años.
En el caso de la esclerosis tuberosa sí se han encontrado factores genéticos y hereditarios que la determinan, aunque es una enfermedad poco común. Este tipo de esclerosis se caracteriza por el crecimiento de tumores benignos que afectan principalmente al cerebro, la piel, los riñones, los ojos, el corazón y los pulmones.
En la mayoría de casos la esclerosis tuberosa provoca manifestaciones neurológicas como convulsiones, epilepsia y discapacidad intelectual, pero también puede provocar cambios en el color de la piel y problemas renales.
Los síntomas pueden presentarse desde el nacimiento o empezar a aparecer con el paso del tiempo. En casos raros los tumores afectan a órganos vitales y llegan a poner en riesgo la vida de la persona.
La esclerosis sistémica es una enfermedad generalizada del tejido conectivo que provoca una disfunción cardiovascular, por lo que afecta los vasos sanguíneos, pero también la piel, las articulaciones, los músculos y algunos órganos internos como el tubo digestivo, el pulmón, el corazón y el riñón.
Se divide en esclerosis sistémica difusa (si la afectación en la piel ocurre de manera precoz y se extiende hacia las extremidades y el tronco) y esclerosis sistémica limitada (si los síntomas aparecen en la cara, en las rodillas o en los codos y ocurre de manera más lenta).
Por la variabilidad de los síntomas que la esclerosis provoca los tratamientos se tienen que adecuar a cada caso. Es decir, no existe un tratamiento único y definitivo pero sí hay varias opciones terapéuticas para reducir el malestar provocado por los síntomas.
A muy grandes rasgos podemos decir que los tratamientos incluyen la monitorización del sistema cardiovascular e intervenciones con medicamentos antiespasmódicos y otros fármacos que actúen en los órganos internos como antiagregantes plaquetarios para el caso de afecciones vasculares.
Generalmente los tratamientos se enfocan en ralentizar la progresión de los síntomas. Por ejemplo, en el caso de la esclerosis lateral amiotrófica se administran medicamentos de uso prolongado que incluyen coenzima Q10, vitamina C y E y ácido lipoico, y se combinan con terapias físicas y con el uso de instrumentos de apoyo como silla de ruedas.
Finalmente también son muy eficaces las terapias psicológicas y ocupacionales y los tratamientos alternativos como meditación, masajes y yoga, así como la promoción de estilos de vida basados en dietas balanceadas, reducción de estrés y ejercicio físico constante.
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