Para muchas personas las uñas son uno de los factores que más influyen en una primera impresión. Morderse las uñas no es solo un hábito poco saludable (para las propias uñas, para tu piel e incluso para tus dientes, además de ser muy poco higiénico), sino que también da muchas claves sobre la personalidad de alguien. Nerviosismo, poca paciencia o falta de autocontrol son solo algunas de ellas.
En algunos casos estas no coinciden con la realidad, y esos casos son los peores, ya que estás dejando que tus uñas digan sobre ti cosas que no son ciertas. Pero, aunque podríamos estar hablando muchísimo sobre todos los puntos negativos de morderse las uñas, no llegaríamos a ningún sitio. Es una costumbre que desde fuera no se entiende, pero desde dentro es muy difícil dejarla. Algo así como una adicción.
Y precisamente esta comparación da pie a aclarar cuál es el mejor remedio para dejar de hacerlo. No son ni los pintauñas con sabores desagradables, ni rotuladores milagrosos… Es la fuerza de voluntad.
Como en cualquier adición (salvando las distancias siempre, claro), el primer paso es admitirlo, y el segundo e importantísimo proponerse cambiarlo. Si tú tienes claro que debes dejar de hacerlo y cambias por ti y no por los demás, el proceso será mucho más sencillo.
A partir de ahí, debes tratar de identificar en qué momentos y por qué razones te muerdes las uñas. Así serás más consciente del problema y podrás idear un plan que se adapte a ti. En muchos casos, la condición se agrava en momentos de estrés o de aburrimiento, por lo que en esos momentos es cuando más debes prestar atención para evitar hacerlo.
Cambio de hábitos y cuidado continuo
Los dos trucos principales que harán que cambies el hábito son substituirlo por otro y el cuidado continuo.
Cuando hablamos de substituirlo nos referimos a que cuando tengas muchas ganas de morderte las uñas hagas otra cosa, como por ejemplo beber un traguito de agua o lavarte las manos. La primera es más sencilla, pero con la segunda seguro que al final te da tanta pereza que lo evitas por completo y lo llegarás a asociar con algo malo.
Eso sí, tienes que ser constante, al menos al principio. Y si fallas ponerte un pequeño “castigo”, como por ejemplo que además de lavarte las manos te pondrás crema. Así, cada vez el ritual será más complicado y es más sencillo intentar ni siquiera pensar en morderte las uñas para evitarlo.
La segunda, el cuidado continuo, es una opción que, además, hará que se fortalezcan y cada vez estén mejor. Consiste en procurar tener las uñas siempre perfectamente cuidadas. Lleva siempre una lima contigo, no dejes que se astillen o crezcan sin forma(porque eso te dará ganas de mordértelas para igualarlas), ponte un endurecedor y cuida tus cutículas.
También puedes pintártelas. Un remedio bastante útil es utilizar colores muy llamativos, para que cuando te las acerques a la boca te las veas y te des cuenta de que te las vas a morder (porque muchas veces es involuntario y ni te das cuenta), o hacerte una manicura cuidada, por ejemplo la francesa, para que te dé pena estropearla. Si te las pintas procura tener siempre a mano quitaesmaltes, porque si se empiezan a poner mal es muy fácil que te las empieces a morder de nuevo.
Aunque el mundo de las uñas de gel y postizas está avanzando mucho y cada vez dañan menos las uñas, es mejor que lo evites. Tus uñas ya están muy debilitadas y las tienes que hacer fuertes, no estropearlas más.
Para ayudar al proceso puedes tomar pastillas fortalecedoras de uñas que venden en farmacia. Pregunta a tu farmacéutico de confianza y te recomendará las que son mejores en tu caso.
Y si antes hablábamos de “castigos”, ahora hablamos de premios. Cada día, semana o mes que pase sin morderte las uñas puedes darte un pequeño premio para motivarte. Aunque te aseguro que el mayor premio al final será lucir unas uñas geniales, súper sanas y bonitas, que lo único que dirán sobre ti serán cosas buenas.