La crisis sanitaria está causando muchos estragos en los diferentes ámbitos y sectores, y también está dejando al descubierto las condiciones que sufren los más vulnerables, y no hay mejor ejemplo que la ciudad alemana de Coesfeld (que tiene más de 35.000 habitantes).
Y es que los contagios por coronavirus empezaron a multiplicarse, algo que llamó la atención a los epidemiólogos, que rápidamente encontraron el foco de infección. Y es que más de un cuarto de los afectados, lo que equivale a más de 200 contagiados, eran extranjeros comunitarios.
La mayoría eran rumanos, polacos y búlgaros y trabajaban en un matadero de la filial de Westfleisch, uno de los mayores procesadores de carne de toda Europa. Según pasaban los días, los casos seguían aumentando, llegando a registrarse 279 casos positivos, lo que equivale al 23% de los empleados de la plantilla del matadero.
Las autoridades siguieron investigando sobre el origen de esta alta cifra de infectados, hasta que encontraron el centro del problema: la mayoría de los empleados, además de tener unas pésimas condiciones laborales y salariales, no podían permitirse pagar un lugar donde vivir.
Así que, estas personas, las cuales, en su mayoría, procedían de Europa del Este, tenían que vivir en albergues comunitarios sin privacidad y donde es imposible cumplir el distanciamiento social para prevenir los contagios.
De igual manera, esta distancia tampoco se podía cumplir en el autobús que les transportaba al lugar de trabajo cada mañana. Y es que, según han explicado medios locales, muchos de estos empleados (que tienen poco conocimiento en alemán) ni siquiera eran conscientes de la situación actual del coronavirus.
El pueblo de Coesfeld, con los afectados
Según relata el medio ‘Deutsche Welle’, una mujer que vive cerca de los empleados, explicó que las autoridades tardaron en actuar. «Son personas pobres, criadas en condiciones miserables y explotadas» afirmaba.
Según afirma el medio, en la puerta del matadero de Westfleisch, se encuentran el sacerdote católico Peter Kossen, junto con un amigo protestante. El teólogo sostiene un cartel con un mensaje claro y conciso: «Fin a la esclavitud moderna».
Además, el sacerdote afirma que muchos de estos trabajadores viven «apiñados en dormitorios mohosos» donde es imposible respetar la distancia de seguridad, y que van a trabajar en «autobuses abarrotados»
Condiciones laborales deplorables
Siguiendo con la investigación, las autoridades descubrieron que estos trabajadores estaban subcontratados por empresas interpuestas y por obra. No tenían descansos, y llegaban a trabajar hasta 16 horas diarias.
Las autoridades cerraron temporalmente la planta y todos los empleados se sometieron al test y quedaron en cuarentena hasta poder parar el brote. Antes de abrir la planta, se supervisaron las medidas de seguridad.
No es un caso aislado
Este no ha sido un caso aislado. Otra planta de Westfleisch, situada en Osnabrück, también sufrió un brote de coronavirus, donde 92 de los 278 trabajadores fueron contagiados. Por su parte, en un matadero de Birkenfeld (de la empresa Müller), 90 empleados también dieron positivos en las pruebas.
En una planta de Bad Bramstedt, de la empresa de Vion, 109 empleados fueron contagiados. También sucedió en un matadero de Oer-Erkenschwick, también de la filial de Westfleisch, donde 77 operarios dieron positivo. Este golpe de realidad llevó a que los gobiernos regionales se vieran obligados a realizar el test a todos los empleados de los mataderos.
El ministro de Trabajo, Hubertus Heil, reconoció que en el sector cárnico entre el 50% y el 80% de los trabajadores están subcontratados. Y es que, aunque según la Oficina Federal de Estadística, el salario bruto de un trabajador de este sector es de 26.700 euros, cobrando un mínimo de 9,35 euros la hora. Algo que, como se ha podido comprobar, se aleja mucho de la realidad.
Este escándalo, que ha golpeado a gran parte del país, ha hecho que el Consejo de Ministros apruebe aumentar los controles sanitarios y laborales en este sector, además de ponerle fin a los contratos por obra y las subcontratas.
«Todos pagamos un precio alto por la carne barata»
«Al final todos pagamos un alto precio por la carne barata. Los antibióticos en la carne causan resistencia a los medicamentos en los humanos. La producción de carne contamina las aguas subterráneas locales porque demasiado estiércol termina en los campos. Todas estas relaciones son bien conocidas tanto en la industria como en la política» expone el periodista Miodrag Soric en un artículo para Deutsche Welle.
Según el corresponsal, se deberían crear granjas pequeñas y descentralizadas, donde la calidad prime sobre la cantidad, aunque esto suponga menos ganancias.