Todos, cuando hemos sido niños, lo único que queríamos era explorar nuestro alrededor. Saltar, correr... cualquier acción que nos produjese adrenalina y bienestar era más que bienvenida para dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Ahora bien, toda esa inquietud podía regalarnos también algún que otro rasguño o herida. Lo cierto es que nuestros padres, ante la más mínima gota de sangre, ya sabían lo que tenían que hacer. Sin embargo, a día de hoy esa solución ya no sería la más adecuada.
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El famoso y mítico desinfectante que ya no debería utilizarse
Antes, cuando veíamos un rasguño o herida con sangre, lo más habitual era recurrir al botiquín que teníamos por casa. Dentro de él podíamos encontrar miles de productos higiénicos y sanitarios, y entre ellos, también desinfectantes.
Pero quien dice casa también puede decir centro hospitalario. Por suerte o por desgracia, los que ahora somos adultos siempre recordaremos ese famoso líquido rojo que nos ponían para curar y desinfectar heridas: la famosa mercromina.
Ya solo con observar su envase podíamos descubrir que, efectivamente, era el producto estrella del momento. Para quien no lo sepa, la mercromina es (o era) un medicamento sin receta que podíamos adquirir en cualquier farmacia.
Su uso estaba indicado especialmente para tratar las posibles infecciones en heridas, quemaduras o cortes en la piel. Además, también se consideraba la mejor opción para favorecer la cicatrización de las mismas.
La razón tras el rechazo a este desinfectante
Pero con el paso de los años, llegó lo que ahora conocemos como Betadine, y terminó por desterrar su uso. Sin embargo, no han sido estas nuevas opciones las que han ido debilitando su aplicación, sino los hallazgos que se encontraron sobre la mercromina.
Así pues, con el tiempo se observó que la mercromina, a diferencia de lo que todos pensábamos, no era la mejor solución para tratar y desinfectar heridas. De hecho, este producto bacteriostático podía llegar a ser incluso hasta negativo.
La razón de esta explicación la encontramos en su inactivación cuando entra en contacto con la sangre. Si bien evita que las bacterias puedan multiplicarse en una herida, lo que no hace es terminar de eliminarlas.
Es decir, ese color rojo intenso de la mercromina lo único que conseguía era dificultar la visión de la herida, y por lo tanto, impedir que pudiésemos ver su estado. Evidentemente, esto suponía un problema para ver su evolución.
Yendo todavía más allá, uno de los efectos que también se pudieron observar es que su uso podía causar dermatitis de contacto. Es decir, cualquier persona que se la pusiese podía experimentar una especie de sarpullido y picazón en la piel, a consecuencia del contacto con la misma.
Por estas razones, a día de hoy los profesionales sanitarios recomiendan utilizar otros productos desinfectantes. El betadine, por ejemplo, ha pasado a tomar el relevo de la mercromina, y ahora es una de las mejores opciones para tratar estos casos.
Así debemos curar una herida
Como comentábamos anteriormente, el uso de mercromina ha dejado de estar recomendado por los expertos. Así mismo, el agua oxigenada (otro de los métodos más habituales para desinfectar heridas) tampoco estaría indicado.
En realidad, la sustancia más recomendable para frenar los virus y las microbacterias en las heridas es la clorhexidina, un producto que también se suele comercializar con otros nombres. Esta sustancia, que presenta un líquido incoloro, se administra en forma de espray y apenas causar escozor.
Bien sea clorhexidina o betadine, ambas opciones son buenas (eso sí, debemos evitar mezclarlas). De cualquier forma, tampoco está de más recordar que antes de desinfectar cualquier herida debemos adoptar una serie de medidas higiénicas.
La primera y más importante es la de lavarnos nuestras manos y secarlas correctamente. Cuando hagamos esto, procederemos a limpiar la herida con agua y jabón, y acto seguido, ya podremos aplicar el antiséptico que queramos.