A continuación vamos a revisar qué son las anfetaminas y cuáles son sus tipos principales, así como qué efectos producen en nuestro organismo y cuál es el tratamiento o tratamientos indicados para controlarlos.
Las anfetaminas son un grupo de estimulantes del sistema nervioso que incluyen la anfetamina, la dextroanfetamina y la metanfetamina. Se utilizan para inducir un estado de alerta de vigilia y euforia, y dado que inhiben el apetito, también fueron utilizadas como píldoras dietéticas.
Este último uso fue prohibido debido a que se comprobó que habían demasiados riesgos en el uso prolongado de anfetaminas. En concreto, la exposición prolongada puede provocar una deficiencia orgánica que afecta especialmente a los riñones.
Las anfetaminas son sustancias adictivas y pueden llevar a conductas compulsivas, alucinaciones, paranoia y acciones suicidas. Las anfetaminas también son conocidas como “estimulantes” cuando son inyectadas, “speed” cuando se inhalan y “cristal” cuando se fuman.
Las anfetaminas, conocidas coloquialmente como “anfetas”, en un inicio eran robadas de las compañías farmacéuticas y vendidas de forma ilegal en el mercado. En la actualidad también son fabricadas de forma ilegal en laboratorios.
Su uso médico se ha reducido al tratamiento de solo dos trastornos. Uno es una condición conocida como trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en los niños. En los casos en que se usan para tratar a niños hiperactivos, las anfetaminas se administran cuidadosamente en situaciones controladas como parte de un programa más amplio.
La otra condición para la que se prescriben las anfetaminas es un trastorno del sueño conocido como narcolepsia, caracterizado por el impulso repentino e incontrolable de dormir durante las horas de vigilia.
Entre los tipos de anfetaminas más comunes con uso terapéutico encontramos Concerta y Ritalin, marcas comerciales del Metilfenidato y el Adderall (combinación entre anfetamina y dextroanfetamina); ambos son recetados para el tratamiento de la narcolepsia y el TDAH.
Finalmente también podemos encontrar la efedrina, un estimulante utilizado en productos que tratan problemas respiratorios como el asma, las alergias y las congestiones nasales.
Las anfetaminas producen efectos de tipo psicológico y físico, y éstos también pueden variar en función de la dosis y la forma de consumo que se utilicen. En relación a los efectos físicos, las anfetaminas pueden inhibir el apetito y estimular la respiración.
En una dosis oral de 10 a 15 mg diaria, la persona puede sentirse en estado de alerta constante y más segura de realizar tanto el trabajo físico como el mental, aumentando también sus niveles de actividad generales. La droga además produce un aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca.
La dependencia psicológica de las anfetaminas es producida por el deseo de seguir consumiendo y querer aumentar los efectos eufóricos que crea la droga. Durante un estado de euforia producida por anfetaminas, el individuo siente que sus cualidades físicas, mentales y sexuales aumentan, junto con una disminución o ausencia de la necesidad de comer o dormir.
Las personas que se inyectan o esnifan la droga sienten un subidón muy “rápido” (y de ahí el nombre “speed”) del efecto eufórico, justo después del consumo.
Según el historial médico de la persona, la dosis y la manera o vía en que se administró el la droga en el cuerpo, el abuso de anfetaminas puede tener varios efectos tóxicos. Las grandes dosis intravenosas pueden provocar delirios, convulsiones, inquietud, realización de fantasías paranoides y alucinaciones.
En climas cálidos existe el peligro de que se produzca un golpe de calor porque las anfetaminas elevan la temperatura corporal. El aumento de la presión arterial puede provocar un accidente cerebrovascular. Asimismo, se pueden desarrollar y empeorar las afecciones cardíacas (como la arritmia), especialmente en personas que sufren de enfermedades del corazón.
Dado que los niveles de dosificación de las drogas ilegales no son confiables, la sobredosis puede producirse fácilmente, sobre todo por vía intravenosa. En estos casos se puede llegar hasta el coma o la muerte.
Finamente, en personas que consumen anfetaminas de forma mantenida en el tiempo se producen efectos como la pérdida progresiva de peso y la aparición de lesiones crónicas de la piel.
Se necesitan varios días para poder ayudar a una persona a recuperarse de una reacción aguda provocada por la anfetamina. Lo primero que es importante hacer es controlar la temperatura corporal del cuerpo y tranquilizar a la persona que está experimentando los efectos psicológicos de la droga. Para controlar el comportamiento violento se pueden administrar calmantes al individuo.
El tratamiento de la depresión es un punto clave en este proceso, ya que ésta constituye un efecto posterior al uso intensivo de las anfetaminas. Además, las personas deberán tratar de lidiar con la fatiga intensa que se produce una vez el cuerpo ha acabado de eliminar toda la sustancia.
Para poder mantener la abstinencia de esta droga, es necesario llevar a cabo un programa a largo plazo que, al igual que en el caso de la recuperación del alcoholismo y otras drogas de abuso, se compone de tratamientos psicológicos y farmacológicos junto con otros complementarios tales como los grupos de apoyo, las técnicas de relajación, la actividad física, etc.
Fischman, M. W. (2001). Amphetamine. In R. Carson-DeWitt (Ed.), Encyclopedia of Drugs, Alcohol & Addictive Behavior (2nd ed., Vol. 1, pp. 110-114). New York: Macmillan Reference USA.