El temor es un sentimiento natural e incluso adaptativo, puesto que nos protege de posibles peligros; de ahí que sea considerado como una parte fundamental del instinto de supervivencia. Sin embargo, cuando este temor es excesivo e irracional se convierte en un miedo patológico.
En el ámbito clínico el miedo patológico es conocido como fobia y existe un inmenso listado de fobias específicas de todo tipo, siendo una de las más conocidas la agorafobia. En este artículo explicaremos qué es la agorafobia, sus síntomas, sus causas y su tratamiento, así como la relación de este problema con los ataques de pánico.
La agorafobia es una afección psicológica que se encuentra dentro de la categoría de los trastornos de ansiedad. Su principal característica es que las personas con agorafobia experimentan un temor irracional e incontrolable a los espacios que perciben como poco seguros o de los que puede ser difícil escapar, tanto abiertos como cerrados.
Las personas con agorafobia, o agorafóbicas, a menudo experimentan dificultades para sentirse seguras en cualquier lugar público, pudiendo llegar a alcanzar tal magnitud que la persona se vuelve incapaz de salir de casa.
En la mayoría de los casos la agorafobia se desarrolla e intensifica después de que la persona experimente uno o más ataques de pánico en algún lugar público, lo que les hace preocuparse de manera desmedida por tener otro ataque, por lo que evitan a toda costa los lugares en los que piensan que puede volver a ocurrir.
Curiosamente, la agorafobia tiene una mayor incidencia en mujeres que en hombres, llegando a registrarse el doble de casos en este primer grupo de población. Esta diferencia de género puede ser debida a diversos factores, particularmente de tipo sociocultural. No obstante, las investigaciones no han encontrado el motivo real de esta diferencia.
Aunque no siempre es así, en la mayoría de los casos, la agorafobia se acompaña con frecuencia del trastorno de pánico. Esta alteración psicológica se caracteriza por la aparición de episodios inesperados y recurrentes (ataques o crisis de angustia) en los que la persona experimenta una sensación intensa de temor y angustia.
Aunque cada persona afectada puede experimentar síntomas de agorafobia en un momento o contexto concreto, todas ellas tienen en común que la persona siente que no va a poder escapar, lo que le causa un intenso estado de ansiedad. Las principales situaciones temidas por una persona con agorafobia incluyen:
- Estar solo en casa
- Multitudes, lugares concurridos o colas de espera
- Espacios cerrados como cines o ascensores
- Espacios abiertos como centros comerciales
- Transportes públicos, trenes o aviones
Al igual que en el resto de fobias, los síntomas de agorafobia se pueden dividir en físicos, psicológicos y conductuales. Cada persona puede experimentar una cantidad diferente de síntomas, así como en una intensidad variable.
Cuando aparece el llamado “estímulo fóbico” (es decir, la situación que provoca el miedo) se desencadena una hiperactividad del sistema nervioso que ocasiona todo tipo de alteraciones en el organismo de la persona. Los síntomas físicos de la agorafobia incluyen:
- Incremento de la tasa cardíaca
- Incremento de la tasa respiratoria
- Sensación de asfixia o falta de aire
- Aumento de la tensión muscular
- Dolor de cabeza
- Alteraciones gástricas como diarrea
- Exceso de sudoración
- Mareos
- Náuseas y/o vómitos
En compañía de los síntomas físicos, la persona con agorafobia presenta una serie de ideas y creencias distorsionadas, así como especulaciones obsesivas acerca del supuesto peligro que supone la situación fóbica.
Además, estos síntomas cognitivos también toman forma de imágenes mentales de contenido catastrófico que inundan la mente de la persona cada vez que piensa en el estímulo fóbico o se enfrenta con este.
El último grupo de síntomas de la agorafobia hace referencia a los conductuales, los cuales consisten en toda una gama de comportamientos que la persona lleva a cabo para evitar o escapar del estímulo fóbico.
Las acciones que la persona ejecuta con la intención de evitar encontrarse con el estímulo fóbico se conocen como conductas de evitación. En el caso concreto de la agorafobia, la principal conducta de evitación es no salir de casa.
En cuanto a las conductas que permiten a la persona huir de la situación temida, se les llama conductas de escape. Estas aparecen cuando el sujeto no ha podido evitar encontrarse con el estímulo fóbico, por lo que realizará todo tipo de conductas y comportamientos necesarios para escapar de la situación que le provoca angustia y malestar.
Por el momento no se han podido determinar las causas específicas de la agorafobia. No obstante, las distintas teorías e investigaciones respaldan que existe una combinación de elementos que pueden desempeñar un papel muy importante en el desarrollo de este trastorno de ansiedad. Estos factores incluyen los siguientes:
- Condiciones de salud
- Genética
- Temperamento
- Estrés ambiental
- Experiencias de aprendizaje
Aunque las causas concretas de la agorafobia sean un poco difusas, sabemos que existen una serie de factores de riesgo determinados que pueden favorecer la aparición del miedo patológico.
- Sufrir un trastorno de pánico u otras fobias
- Vivencias estresantes o traumáticas relacionadas con el estímulo fóbico
- Poseer un temperamento ansioso o nervioso
- Tener un familiar con agorafobia
Debido a que la agorafobia puede ser un trastorno altamente incapacitante y causante de grandes interferencias en la vida cotidiana de la persona, resulta necesario que se someta a algún tipo de tratamiento.
De las diferentes posibilidades existentes, la terapia psicológica se ha establecido como una de las mejores alternativas de tratamiento para este trastorno de ansiedad.
La intervención o el tratamiento psicológico conlleva el aprendizaje una serie de técnicas o herramientas que permiten la remisión de los síntomas e incluso su completa desaparición.
Gracias a las técnicas de reestructuración cognitiva se consiguen modificar todos aquellos pensamientos distorsionados propios de la agorafobia. La reestructuración de pensamientos se acompaña de sesiones en las que se llevan a cabo las conocidas técnicas de exposición en vivo o desensibilización sistemática. En ellas el paciente se expone de manera gradual al estímulo temido, tanto de manera directa como a través de ejercicios de imaginación.
Finalmente se realiza un entrenamiento en habilidades de relajación que ayuda a disminuir los niveles de excitación del sistema nervioso y posibilita que la persona pueda afrontar sus miedos de la mejor manera posible.